(INFOBAE) El papa Francisco escuchó este sábado, durante la ceremonia de la vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Cracovia, el testimonio de Rand Mittri sobre su terrible vida en Siria.
Luego, al tomar la palabra ante la presencia de un millón de jovenes, el Sumo Pontífice coincidió en que la guerra siria «es el dolor y el sufrimiento de muchas personas». Y afirmó: «Hay realidades que no comprendemos porque sólo las vemos a través de una pantalla».
«Nosotros no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir. Nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad», advirtió, y pidió a los presentes que recen «por tantas víctimas fruto de la guerra».
El relato de Rand, a quien se le quebró la voz por la emoción, conmovió al papa. «Vengo de Alepo, una ciudad totalmente destrozada, en ruinas y donde hemos perdido el significado de nuestras vidas. Estábamos en una ciudad olvidada», dijo la joven de 26 años.
Rand fue una de las tres jóvenes que habló ante el papa en esta ceremonia en el Campus de la Misericordia donde asistieron cientos de miles de jóvenes.
Aunque afirmó que es muy duro explicar lo que está sucediendo en su país, relató cómo viven «rodeados por la muerte».
«Pero al igual que vosotros, cada mañana, cerramos nuestras puertas detrás de nosotros para salir para el trabajo o la escuela. Pero en ese momento estamos atenazados por el miedo porque puede pasar que no volvamos a encontrar a nuestros hogares y nuestras familias, ya que los dejamos. Es una sensación difícil y dolorosa saber que estás rodeado de muerte y asesinatos, y que no hay manera de escapar; no hay quien ayude», dijo.
Rand explicó que trabaja en el centro Don Bosco de Alepo ayudando, pero reconoció que es muy difícil «dar alegría y fe a los demás, mientras que se quiebran de estas cosas en mi vida».
Pero aseguró que sigue creyendo en Dios: «A veces a través de nuestro dolor, nos enseña el verdadero significado del amor y que nadie va a ser capaz de robar esta verdadera alegría de mí».
Otro de los testimonios lo dio Miguel, de 34 años, de Asunción, Paraguay, que tiene 11 hermanos y fue «el único con problemas de drogadicción». Se drogó desde los 11 años y estuvo en la cárcel seis años «por un grave delito», pero al salir de prisión un sacerdote amigo de la familia le invitó a conocer un lugar llamado «Fazenda de la Esperanza», donde empezó a trabajar ayudando a otras personas.
La primera joven que habló ante el pontífice argentino fue una chica polaca, redactora de una revista de moda, con una vida en la que se pasaba de una fiesta a otra, y que cambió de vida tras confesarse.