Max Murillo Mendoza
Los republicanos se arrodillaron ante Trump, este personaje que sale de la nada en política se impone ante la estructura tradicional de Estados Unidos. En realidad la hipocresía gringa se derrite ante la sinceridad y la brutalidad de Trump.
Es cierto que este inmigrante escocés pone en mesa los temas que son tabú en los Estados Unidos, representa el pensamiento del norteamericano medio o ignorante, aquellos que no conocen y no les interesa la política exterior y sólo les importa mirarse el ombligo, sin enterarse que su gobierno es el mayor destructor del mundo. Esas llamadas capas medias norteamericanas, ignorantes y consumistas, que sólo piden que su gobierno bombardee países a los cuáles desde siempre consideran hostiles: latinos, árabes, africanos o asiáticos. Capas medias que se sienten desahogadas con las palabras de Trump, que se sienten representadas en un bocón que no piensa; pero que dice lo que cree y siente el norteamericano de a pie.
Que quede claro: el racismo de Trump es contra los millones de desplazados pobres y miserables, que sobran en todos los lugares del mundo, producto de gobiernos globalizados en manos de los progringoides tercermundistas. Esos blancos de segunda que luego de robar y asaltar las arcas de los Estados del Sur, se refugian en los paraísos fiscales de Estados Unidos. Historias bastante conocidas. Precisamente esos blancos de segunda latinos, asiáticos o africanos son los que están apoyando las posturas racistas de Trump. Hitler también prometía el cielo y el paraíso a su pueblo cuando era canciller en los años 30, después vino lo que tenía que venir. En todo caso, en la decadencia de la democracia gringa que huele fétido y ya sin contenidos sociales o económicos, pues no creo que cambie nada el bocón de Trump. Se pensaba lo mismo de Obama: que cambiaría el sistema, y el sistema le cambió a Obama desde el primer día de su gobierno. El bocón y parlanchín multimillonario no cambiará nada.
En realidad Trump es el espejo del mundo gringo actual: ese es su diagnóstico más claro. Su hipocresía diplomática y de veleidades con olor a perfume caro, para embaucar en sus negocios a las élites tercermundistas, hoy ya no son instrumentos de engaño. La sinceridad ha regresado a su política y eso es Trump: la palabra sincera y brutal sin vueltas ni disimulos de por medio, sin diplomáticos de prestigiosas universidades. Ese mundo que se cae a pedazos conforme se consolida la crisis del sistema capitalista, permite que sus demonios dormidos salgan al festín de la tragedia. Ese mundo violento y sangriento en sus propias calles, que ahora sólo nos traen noticias de sangre y fundamentalismo: islámico y cristiano occidental. Ese mundo cada vez más inseguro y guerrerista que inunda al mundo con sofisticado armamentismo, como reguero de pólvora democrática. El mito del gringo educado y civilizado, promovido por los blancos de segunda del tercer mundo, se cae a pedazos junto a los mitos de la democracia gringa.
Es probable que Trump sea el próximo presidente de los Estados Unidos, si es que le gana a la señorial Hilary Clinton. No habrá ninguna novedad en la casa Blanca, sobre todo para nuestras realidades, pues hubieron también los brutales Reagan o George Busch, menos bocones pero tan sanguinarios como racistas quizás peor que Trump. E insisto en que nada cambiará de lo que ya está definido y planificado para el saqueo del mundo, desde las esferas de los poderes oscuros de la política oficial norteamericana. El multimillonario será folklor peligroso como la mayoría de los presidentes de Estados Unidos; pero será un soldado más de los laberintos sofisticados de la política norteamericana.
Trump tampoco es novedad respecto a los muros fronterizos, otros ya fueron más creativos como el propio Obama que sin necesidad de fronteras expulsa por millones a inmigrantes, sobre todo a quiénes no tienen Estado alguno que les proteja o defienda, es decir a todos los que llegan a EUA de las historias republicanas y coloniales del sur. Aquí los Estados se debaten todavía entre la miseria y la construcción de instituciones más o menos modernas, y pues millones de sus ciudadanos tienen que partir al norte para ganar el pan del día, porque sus Estados no son Estados sino ocurrencias monstruosas y anti nacionales. Trump quiere financiar un muro fronterizo de ladrillos, quizás como la muralla China; lo que no sabe es de la creatividad migrante y pobre: no hay muro alguno para detener la lucha por la sobrevivencia. La estupidez del poder se estrella desde siempre ante la eficacia humana de hormiga, cuando de la sobrevivencia se trata.
En definitiva las lecciones son las mismas. No debemos depender de aquello que no controlamos, de situaciones ajenas y contrarias a nuestros intereses. A pesar de los pesares, a pesar de no contar con élites autóctonas puras y con sentido de nación y patria, con sentido de estrategias propias y nuestras, pues debemos construir algo nuestro. Eso todavía no vemos ni sentimos; sin embargo pensamos y eso ya es un primer paso importante. Un Estado que realmente defienda a nuestras nacionalidades, que proteja y de las oportunidades científicas, económicas y sociales, pues no expulsará compatriotas por millones a otras realidades. Hoy no tenemos ese Estado; pero podemos considerarlo como potencialidad y realidad, al final ya estamos siglos y siglos esperando cambios. Trump es una anécdota más en nuestra memoria larga.
La Paz, 22 de julio de 2016.