Marcelo Ostria Trigo
El Mercosur fue la concreción del propósito de cuatro países —Argentina, Brasil Paraguay y Uruguay— de aunar esfuerzos en procura de mayor progreso, participando en un proceso integrador. Las perspectivas eran prometedoras.
Sin embargo, pronto surgieron las divergencias, especialmente sobre las posibilidades de concertar acuerdos con otros mercados. Los gobiernos de Argentina y Brasil, pese a algunas coincidencias políticas iniciales, mostraron diferencias sobre la marcha de este mecanismo de integración y, en el medio, quedaron los socios menores: Uruguay y Paraguay.
La insatisfacción fue creciendo; varias iniciativas para la revitalización del Mercosur no llegaron a concretarse. Pero sí hubo acciones políticas, como la de aislar temporalmente a Paraguay por la destitución del presidente Fernando Lugo, afín al populismo, por el Congreso. En otra acción influida por populismo, los gobiernos de Luiz Inácio “Lula” da Silva, Cristina Fernández de Kirchner y José Mujica Cordano, ya sin la oposición paraguaya, aceptaron a Venezuela como miembro pleno del Mercosur. Así reforzaban lazos políticos con chavismo.
Ahora la situación ha cambiado. Los nuevos gobiernos de Brasil y Argentina, han asumido políticas que marcan diferencias con la Revolución Bolivariana y con la gestión del presidente Nicolás Maduro, a quien acusan de seguir quebrantando las instituciones republicanas y violando los derechos humanos.
Claro que en esto también hay diferencias. Sectores de la izquierdista coalición Frente Amplio que gobierna Uruguay, persisten en el afán de apoyar al populismo venezolano, mientras el presidente Tabaré Vásquez duda.
Ahora, Paraguay, con el respaldo de Brasil y también de la Argentina, se opone a que se transfiera la presidencia rotativa del Mercosur a Venezuela, cuyo turno, por un semestre, debía iniciarse el 1 de julio. Es cierto que esto va en contra de lo dispuesto por el tratado constitutivo del Mercosur, pero también es verdad que el gobierno de Nicolás Maduro Moros viola constantemente la cláusula democrática del grupo, consagrada en el Protocolo de Ushuaia.
Este difícil tiempo para el Mercosur, refleja la crisis existencial del populismo en el continente. Cabe entonces preguntar: ¿Qué papel jugará Bolivia como miembro de este proceso integrador? ¿Será, simplemente, un refuerzo para el chavismo? Como aliado, tampoco servirá para fortalecer el Mercosur. Por ello, los actuales miembros han comenzado a acercarse a la Alianza del Pacífico, más coherente y sin compromisos ideológicos.