Karen Arauz
La feroz arremetida oficialista necesita convertirse en la madre de todas las batallas. Las circunstancias hace que no debamos caer en la histeria de la que hacen gala los oficialistas, que llegaron al paroxismo en las intervenciones públicas del Ministro de la Presidencia.
Que los requiebres amorosos del Presidente y las ridículas contradicciones de los múltiples voceros cuyo servilismo solo logró hundirlo más, sea la causa de su fracaso en el referendo de 21 F, es un golpe letal que se han infringido ellos mismos. En el fuero interno, en ese espacio solitario de íntimo pensamiento entre la cabeza y la almohada, se decidió mucho antes del drama del hijo que existe pero que no vive. Casi nadie deseaba darle a Evo Morales una prórroga en el ejercicio del poder. Y día que pasa se afianza esa convicción.
Los códigos que la administración hizo añicos desde sus comienzos, fue como esa tortura china ( sin sarcasmos) de la gota persistente y constante sobre el centro mismo del cerebro. No hubo una sola acción del gobierno -por muy positiva que pareciese- que no haya traído una sensación primero y una certeza después, de desagrado y gusto amargo de ocultas segundas intenciones. Los seres humanos tienen una gran facilidad para ir sumando golpes en su autoestima. Pero llegan los límites hasta para la capacidad de soportar insultos. Es preferible saber que se es loco, a que se es imbécil.
Hoy, a más de diez años, constatamos que nuestros aprensivos pensamientos son una realidad. Las cíclicas declaraciones de respeto y observancia a la Constitución, no han sido más que maniobras. Ya hemos perdido la cuenta de las veces que Evo Morales prometió no buscar la re re re elección. En enero de este año, sin pudor, juró aceptar los resultados del referendo » pues no iba a ser él el que diera un golpe». Bueno, a estas alturas ya se sabe que es capaz de eso y mucho más. La Constitución en sus manos, es como una plastilina en manos de un niño de dos.
La obsesión compulsiva de no abandonar el poder es tal, que ya ni siquiera cubre un poco las formas y es él mismo, que desafiante, declara que en el próximo referendo «veremos quién es quién». Las violaciones a la Constitución son constantes y no admiten que el resultado del referendo es vinculante. Por lo tanto, ya el pueblo se ha pronunciado sobre el tema. NO quiere ni acepta la posibilidad de otro referendo sobre lo mismo, menos otra re elección.
Pero como ya conocemos de su arbitrariedad, toda la energía y todos los recursos a su alcance estarán encaminados a luchar por un nuevo período de gobierno. Ya se puede detectar el modus operandi, como es la renovada licencia para que sus movimientos sociales, hagan uso -entre otras cosas- de dinamitas como una herramienta de sometimiento por temor. La persecución y la judicialización de cualquiera que ose estar al frente, ha terminado de envilecer al Poder Judicial y ni hablar del Ministerio Público, lo más vergonzoso y devaluado de lo que el Estado boliviano tenga memoria. Lo que a estas horas acontece con la defensa de la otrora preferida y mimada del poder, es una clara muestra de ello. La Defensoría del Pueblo, ha quedado reducida a una caricatura envilecida de sus objetivos originales.
Los ataques a la poca prensa independiente que queda en el país, demuestra claramente, que no se puede seguir ignorando las aviesas intenciones del masismo. Todas las instituciones están siendo objeto de deplorable tratamiento y los insultos de oscuros personajes incapaces de demostrar una trayectoria que les de la autoridad siquiera de criticar, ha elevado la temperatura que trasciende el ámbito de la defensa de la libertad de expresión, sino que ha mellado la conciencia de la gente, que sabe que el único vínculo con la verdad y la realidad, es la prensa no dependiente de las arcas derrochadas del tesoro, que son propiedad de todos y cada uno de los bolivianos.
Ha llegado el momento de tomar conciencia de la absoluta indefensión en la que se halla la ciudadanía boliviana. Se han perdido todos los fundamentos de un Estado libre e independiente. No es Cuba y a estas alturas, menos Venezuela, el modelo que estamos dispuestos a aceptar. Esa indefensión, tiene un lado positivo. Ya no hay nada que podamos esperar de Evo Morales y sus adláteres. Por lo tanto, ya no hay duda que dependemos de nosotros mismos. La corrupción, como nadie ignora, es el mecanismo que hace de éste un gobierno sin ningún tipo de límites. Ni siquiera es que desean seguir acumulando, sino y con total claridad, es la búsqueda de impunidad de esa década tan bien aprovechada.
Se acabó el tiempo de los llamados a la reflexión. No hay ninguna posibilidad de que reconduzcan su administración. Abogar por Derechos Humanos, o el fin a la sangría de recursos y libertades, es una pérdida de tiempo y energías. Han dejado de ser lo que pudieron , para ser lo que quieren. Y eso, libera de compromisos.