La caída de los precios internacionales del barril del petróleo a comienzos de 2015 provocó un severo giro en el devenir económico de las arcas del departamento de Tarija. Pero además introdujo un nuevo vocablo en el imaginario colectivo de los tarijeños: crisis. Crisis es la palabra de moda, el trending topic tarijeño, el medicamento que alivia cualquier dolencia. La Gobernación está en crisis, el departamento está en crisis, los empresarios están en crisis, las constructoras están en crisis, la falta de proyectos se debe a la crisis, la zafra no arranca por la crisis, las demandas de la población no pueden resolverse por la crisis…, maldita crisis.
El uso de este vocablo ha sido tan indiscriminado durante este último año que la vorágine mediática ha acabado por banalizarlo. Si bien es cierto que Tarija ha reducido drásticamente sus ingresos con respecto al año 2014, sigue siendo la región con mayor presupuesto, circunstancia que obliga cuanto menos a buscar alternativas y a repensar las soluciones para sacar al departamento adelante y dejar de utilizar la palabra sagrada como un mantra.
La trivialización de este término está provocando también que se opaquen y se olviden otras crisis, verdaderas crisis que atraviesan hombres, mujeres y niños a lo largo y ancho del departamento. Crisis es que en la zona alta de Tarija un niño tenga que caminar varias durante horas para poder ir a la escuela y que al llegar a ella no pueda ni siquiera lavarse la cara porque las cañerías están congeladas. Crisis es también la situación por la que atraviesan cientos de mujeres que soportan agresiones y vejaciones de sus parejas cada día y cuyo temor les impide abandonar el hogar. El hambre que atraviesan muchas personas en el departamento también es crisis, levantarse por la mañana y saber que a pesar de la dura jornada de trabajo tus hijos no van a poder tener agua potable ni servicios básicos o ver fallecer a un ser querido por la falta de un sistema de salud adecuado también son otras crisis reales y diarias en esta tierra.