Noticias El Periódico Tarija

Nayú Alé de Leyton

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El trabajo es un mandato de Dios cuándo dice “ganarás el pan con el sudor de tu frente”.
El trabajo engrandece al hombre porque lo hace colaborador de Dios. Podríamos imaginar la creación en tres etapas, en la primera aparece Dios como el único protagonista, Dios crea la materia prima simplísima que está capacitada para evolucionar. En la segunda etapa la materia y la energía se complican, aparecen las condensaciones, los estallidos, los hundimientos, las erupciones. Lo simple se hace complejo y lo complejo se perfecciona y se especializa, esto dura millones de años, Dios está detrás de todo esto.
En la tercera etapa llega el hombre, la tierra esta bañada por las aguas e iluminada por el sol, está cubierta de plantas y llena de animales. Dios pone todo en manos del ser humano, para que cree una sociedad presidida por la justicia para que combine los elementos de la naturaleza y descubra las leyes que la rigen, para que encuentre la meta de la creación; Dios respeta su voluntad; para que haga lo que quiera, con el fin de que todo alcance su plenitud.
El hombre cuando trabaja está creando, está siendo una especie de dios, está dando nuevas formas a la materia, está creando armonía y proporción, está descubriendo sustancias que curen en bien de la humanidad, está estructurando leyes para superar la convivencia de la sociedad, está concatenando casualidades, hasta llegar a una conclusión.
El trabajo transforma al hombre, lo edifica, lo dignifica, un hombre que trabaja responsablemente es respetado, es ejemplo para sus hijos, todo trabajo realizado repercute en quién lo realizó.
No importa lo que se hace, sino como se hace, si se trabaja con desgano, ese trabajo pierde categoría. Un profesional en trabajos técnicos, un especialista en tareas científicas, un médico, un abogado, una enfermera, un maestro, etc. si actúa solo por dinero se envilece; un trabajador realizador de labores sencillas, si las hace con responsabilidad y con ilusión se ennoblece y se dignifica, acrecienta su riqueza espiritual.
Tenemos un mensaje en la biblia que nos dice “El que ama el dinero no se verá libre de pecado, el que busca ganancias se perderá. Muchos se arruinaron por el oro, su ruina fue inevitable, porque es un tronco dónde tropiezan los que lo veneran”. (Ed.31,5-7).
Todos trabajan con la inteligencia y con las manos, no hay un trabajo manual, en donde no se  discurra ni una tarea intelectual, en dónde no intervenga el cuerpo.
Tenemos manos, manos responsables, tenemos una inteligencia que se prolonga hasta llegar  a proyectarse a toda la sociedad. Todos los trabajos son necesarios, los más estimados por la sociedad y los que lo son menos; todos deben ser considerados igualmente importantes, porque todos tienen una razón de ser. Las grandes ideas concebidas por los genios, no se llevarían a cabo sin la cooperación de personas anónimas.
El trabajo es el único medio de sustento de la mayoría de nuestra población y un importante espacio dónde cada uno define su rol social.
Trabajar es desgastar las energías disponibles en una actividad, es una fuente de desarrollo y de mantenimiento de la autoestima y la identidad personal.
La desocupación es entonces una situación que trunca el desarrollo, amenaza la identidad social del individuo, impide la canalización de sus energías físicas e intelectuales y distorsiona la auto-estima e identidad personal que permiten una adecuada interacción social.
Es triste y preocupante la falta de trabajo en nuestro país, esto va generando situaciones de pobreza y situaciones como el alcoholismo, la delincuencia y la drogadicción. Debemos unirnos dejando de lado nuestro egoísmo, todos debemos buscar soluciones basadas en la honradez y la justicia, sin olvidarnos de acudir con nuestro testimonio de vida y nuestra oración a nuestro Padre Dios.