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Un artículo a cuatro manos con Xavier Peytib

Imagina que juegas con cuatro o cinco personas más al juego de la pelota. Pero a ti casi nunca te la pasan. La pelota va de mano en mano, frente a ti, ante un enfado cada vez mayor por tu parte. Eso es lo que se denomina sentimiento de ostracismo.

Además de la percepción del jugador/a de pelota, también existen estudios científicos que muestran como ese ostracismo frustra necesidades sociales fundamentales como la pertenencia y la autoestima. Tal como indican Wolf, Levordashka, Ruff et al., un breve episodio de ostracismo es suficiente para activar las regiones del dolor en el cerebro, deteriorar la autorregulación, aumentar la susceptibilidad social o aumentar la sensibilidad a las emociones. Nada bueno, obviamente.

Estos mismos autores se preguntaron en el estudio de 2014 “Ostracism Online: A social media ostracism paradigm” cómo funcionaría ese ostracismo en la red. Es por ello que diseñaron un experimento donde a algunas personas se les introduciría en una conversación de grupo. A un tercio de los participantes se les ignoró, para ver cómo respondían en una encuesta posterior. Los resultados fueron espectaculares: todos los indicadores respecto a autoestima, pertenencia, estado de ánimo alegre y autocontrol disminuían de forma clarísima, mientras aumentaba alarmantemente la hostilidad hacia el resto de participantes.

Ahora imaginemos un líder mundial como Donald Trump, que ha hecho de la desintermediación su modo de comunicarse con el mundo. Él solo se comunicaba por Twitter, constantemente, como fuente de difusión a su público, así como ataque a la propia prensa, a la que acusaba de no ser neutral. Esta desintermediación, que rompe la tradicional simbiosis entre política y medios, se puede dar en la actualidad solo en contados casos, con algunos grandes influencers como él. Es complicado lograr no solo sortear a los medios sino aún más que estos usen las redes sociales (los tuits, por ejemplo) como fuente para hacer noticias (lo que deja la desintermediación a medias, si lo pensamos). Hoy en día, los medios de comunicación siguen siendo básicos para comunicar y conseguir notoriedad. Trump, sin embargo, no los necesitaba apelar directamente, ni enviarles cosas. Le bastaba un tuit para que ellos se hicieran eco de sus ideas y mensajes.

Pero ocurrió lo impensable. A Donald Trump lo echaron de las redes sociales. Su mundo comunicativo dejó de existir tal y como era, y tal y como le reportaba éxito y visibilidad, tanto con sus admiradores/as como con la prensa.

Eso no significa que sus redes hayan dejado de existir. De hecho, como indicaba Carlos Guadián en CluPad, su Facebook se ha convertido en un nido de seguidores y detractores que siguen dando vida a su página aunque él esté vetado en dicha red social.

Trump ha tardado, pero finalmente ha intentado volver a buscar un canal donde comunicarse con la gente en redes, en su propia página web. Un mensaje pop-up, tremendamente molesto y que aparece en cada interacción con su página, es la carta de presentación de «From the desk», el nuevo espacio web del expresidente estadounidense Donald Trump, que se presentó como una gran novedad, pero que, la verdad, no deja de ser un miniblog, dentro de la ya existente web de Trump, donde poner tuits largos, los cuales -obviamente- tiene prohibido publicar en sus redes sociales.