Noticias El Periódico Tarija

Sin duda que los tiempos están cambiando y los derechos laborales son cuidados más de cerca, ya hace mucho tiempo que en países como Argentina, que es una referencia para nosotros, contar con una persona que se ocupe de la limpieza de la casa, lavado y planchado de ropa, cocinar para los que allí viven, durante todo el día y cama adentro,  es simplemente imposible, se paga por horas y seguro que resulta caro, en Bolivia aún se presentan estas que ya son excepciones.

De un tiempo a esta parte se ha vuelto tarea complicada conseguir mano de obra calificada en Tarija, recurrir a quienes entienden de plomería, electricidad, carpintería, albañilería, etc. y cuando la encontramos resulta que es demasiado cara, desproporcionadamente cara. Hay quienes le echan la culpa a programas sociales del gobierno y hasta de la Gobernación del Departamento, que supuestamente mal acostumbraron a nuestra gente a ganar sin mucho esfuerzo, las amas de casa reclaman porque tampoco consiguen trabajadoras del hogar y entre los beneficios de depender del Estado y el migrar a otro país como la Argentina, escasean quienes pueden ocuparse de esas labores.

En el caso de los albañiles, plomeros, etc., el repunte de la construcción y el crecimiento demográfico como que género un desbalance, un desequilibrio, entre la demanda y la oferta, claro que también esta de por medio esa «flojeritis» de algunos que no gustan de trabajar por lo menos 5 días continuos a la semana, aún así se requiere más de todo y es muy difícil contar con los servicios de alguien responsable, cumplido y que cobre lo justo, no se piden trabajadores baratos, pero si que pidan un precio justo. En muchos casos no se trata de obras en construcción necesariamente de privados, son proyectos que dependen de instituciones públicas que encaran empresas privadas que requieren numerosos obreros y técnicos, retirándolos virtualmente del mercado laboral por un muy buen tiempo. Quienes decidieron quedarse de independientes y seguir atendiendo a la población rápidamente se dieron cuenta que ante la carencia de mano de obra, su trabajo se valoraba y no desaprovecharon la oportunidad, en algunos casos hasta abusando en sus pretensiones.

Con seguridad seguiremos cayendo en el creciente saco de la desocupación y descubriendo que se precisó estudiar más de cinco años para terminar conduciendo un taxi o atendiendo un puesto de comida rápida.