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Max Murillo Mendoza

Los inventores del fascismo son los gringos, en su llamada modernidad siempre se esforzaron en levantar muros contra otros pueblos y culturas, para explotarlos de manera más directa y brutal. Incluso levantaron muros contra ellos mismos: Hitler lo hizo contra los judíos cuando encerró a esa cultura occidental en guetos y juderías, con muros humillantes, como en Polonia para dejarlos morir de hambre y miseria. Después terminaron su tarea esos gringos educados y civilizados, para exterminarlos en medio de muros llamados campos de concentración. Millones de otros gringos murieron en nombre de sus valores occidentales: democracia, liberalismo, respeto a la ley, respeto a los derechos humanos, etc, etc. Palabras y palabras vacías de contenidos reales.

Hoy los judíos levantan muros contra los Palestinos. Y el famoso comerciante ignorante Trump lo hace contra el llamado tercer mundo. En realidad no hay ninguna novedad cuando destapamos las páginas de la historia, desempolvar esos viejos mitos de la diplomacia gringa es simplemente repetir lo que hoy sucede: Trump, Le Pen, Winders, y todos los progringos del tercer mundo, de los que en Bolivia abundan como moscas y estúpidos que andan en la política copiando acríticamente todos los modelos de occidente.

Nuestras ciudades en Bolivia, que son reliquias de la colonia, son muros racistas y economicistas ocupadas pigmentocráticamente por los descendientes de occidente. Hay barrios ricos claramente diferenciados por sus muros invisibles pero poderosos, de clases sociales, de razas, de racismo y ocupación espacial colonial. Hay enormes barriadas de pobreza, de marginalidad y de desesperanza donde no es casual que estén habitadas precisamente por quechuas, aymaras y guaraníes migrantes. Y esos muros han sobrevivido y sobreviven a gobiernos, a sistemas, a ideologías y a tiempos y siglos. Nada cambian de esas estructuras mentales y costumbristas, sino los discursos de donde vienen. La historia tradicional sólo es la justificación de estas estructuras.

Sin embargo, esas mentalidades liberales importadas a medias por sus descendientes europeos y occidentales de estos lados, están en profunda crisis. No sólo estructural o institucional sino también existencial, es decir humana y filosófica. Al parecer ya no tiene sentido ni siquiera para ellos mismos que son los inventores. La punta del iceberg son Trump y los otros fascistas en Europa. Por fin se ha destapado lo que en realidad son, lo que en esencia son y no lo que parecen o sus discursos hacen creer. Los llamados  liberalismos que hace mucho tiempo prometían democracias, derechos humanos, libertades políticas y oportunidades para todos, pues vemos que hoy se derrumban rápidamente. Otra vez salen las garras fascistas, cuando ya no hay respuestas a las complejidades y demandas de las sociedades: prefieren los muros y las justificaciones y la razón de la fuerza bruta: ejércitos, campos de concentración y eliminación del distinto. Esas promesas de mejores tiempos ya se han esfumado y el liberalismo como bandera de exportación mundial de occidente, es sólo un recuerdo libresco de café nostálgico, para intelectuales fracasados e inútiles del sistema.

Los descendientes de la colonia, en Bolivia, entrometidos también en el Estado ciertamente no entienden lo que está sucediendo en el mundo. En su mentalidad provinciana y periférica siguen nadando en aguas “liberales” trasnochadas y poco funcionales. En semejante crisis mundial de los sistemas gringos liberales, mínimamente deberíamos mirar nuestras propias profundidades históricas, nuestras propias funcionalidades sociales: justicia comunitaria, reciprocidad en la economía, control de pisos ecológicos, ayni, etc. Sistemas que han funcionado miles de años, antes de ser destruidos por la invasión occidental. Sistemas que han sido sostenibles y sobre todo que han respondido a nuestras propias realidades, porque han sido creadas desde estas realidades. De eso se trata la enseñanza de la ciencia gringa: la costumbre es ley, la investigación científica debe responder a la demanda de la realidad. Pero los descendientes de occidente prefieren copiar e imitar, antes que inventar.

En las mentalidades de largo aliento, el retorno de los fascismos por el norte del mundo no debería sorprendernos sabiendo la trayectoria que tienen: colonias, imperios, invasiones, saqueos y racismo mental como sistema de justificación estructural económica. En esencia eso es lo que realmente son, a pesar de sus santos religiosos y sus prestigiosos filósofos, pedagogos, incluso sobre teología de la liberación. Lo brillante de occidente desaparece cuando su política real es tragedia y brutalidad anti cultural y anti humana. Sus sociedades han olvidado lo que son  las revoluciones, carcomidas y tragadas por el sistema liberal democrático consumista, acostumbradas a las comodidades y lujos contaminantes y degradantes del hábitat mundial, prefieren la cobardía y el silencio ante los avances de los fascismos.

Nosotros sólo debemos tomar la palabra, desde nuestras realidades, a pesar del atropello de siglos, de las sistemáticas destrucciones de nuestros sistemas sociales, económicos, legales y religiosos también. Y aportar al mundo desde nuestros sistemas: holísticos, comunarios, más naturales y vivenciales. En definitiva más humanos. El miedo es herencia occidental, ante la imposición y violencia hemos generado miedo y paciencia; pero tenemos que terminar con esos traumas coloniales y dependientes, para posesionarnos contra la crisis sistémica de los liberalismos gringos y dizque democráticos, que como vemos son sólo pantallas y discursos para encubrir sus fascismos y sus muros anti culturales y anti humanos.

La Paz, 18 de marzo de 2017