Sirven para que nos divirtamos, reímos, nos estresamos, gritamos, nos mantienen atentos, concentrados, demasiado, el avance de la tecnología ha permitido que cada vez sean más reales, se utilizan varios sentidos, no solamente la vista… hay para todos los gustos, casi todos incluyen acciones violentas o radicales, los video juegos han ido tomando control de nuestras vidas, irrumpiendo en nuestra privacidad y coartándonos momentos que antes se compartían con los más cercanos.
Sucede que ahora tenemos acceso a ellos a través del internet, ya no se necesita un cassette o un disco compacto que los contenga, ni un disco duro con archivos limitados, ya no son mas esos juegos donde solo uno juega, la ínteractividad ha pasado a ser una de sus características, el ciberespacio se ha vuelto el medio propicio para acceder a ellos, es así como se puede jugar con alguien que esté en Tarija, otro en La Paz y alguien más en Estados Unidos, los límites prácticamente han desaparecido, hay quienes ganan dinero creando video juegos, probándolos y jugándolos. Hay quienes se comportan como si fueran adictos ya que pasan largas horas delante de una pantalla, con un teclado, sin descansar, no se detienen y como que se se aíslan del mundo exterior.
Pero… existen estudios que recomiendan que no se abuse, que se establezcan tiempos máximos, está comprobada la influencia que tienen en el funcionamiento del cerebro y sin duda lo activan y lo alteran. Lo preocupante es el libre acceso a los video juegos que tienen niños y jóvenes, no precisan tenerlos en casa, hay cientos de lugares donde por muy poco dinero se puede estar en una computadora conectada a la red y desde ahí sólo queda navegar, flotar, jugar y sumergirse en ese mundo que recién comenzamos a explorar, por eso es prudente el control y la supervisión de nuestros hijos, no es negarles una diversión pero si impedir que lleguen a un estado tal de absorción, que sólo quieran hacer eso y nada más. Todo con mesura y equilibrio irá mejor.