Siempre hubo parroquianos, aquellos consumidos por el alcohol que llevaron sus vidas por mal camino y se convirtieron casi en pordioseros, gentes que viven en las calles haciendo de todo para sobrevivir y usando el poco dinero para seguir embriagándose… personas enfermas, atrapadas en las garras de la insensibilidad generalizada.
En una ciudad tranquila como Tarija, ver lo que sucedía en las películas ya era mucho, imagínese ver en vivo lo que se veía en el cine… peor aún, como venimos repitiendo desde hace tanto…ya no es tan quieta y calmada y en ella suceden cosas que se dan en urbes de millones de habitantes, la delincuencia campea más allá de los esfuerzos por combatirla, la inseguridad crece y los riesgos de caminar por sus calles son mayores. No podemos dejar de mirar quien viene por detrás o quién puede aparecer doblando la esquina.
Hay lugares que se prestan para ser guarida de malvivientes, casonas vacías, abandonadas, que sirven de refugio y techo eventual para todo aquel que no tiene casa, entre ellos están los parroquianos, los drogadictos y los delincuentes, que aprovechan la situación para esconderse. Lo mismo sucede en algunos recovecos que se encuentran en las casi secas quebradas que cruzan la ciudad, allí también se reúnen los malhechores y son un verdadero nido desde donde traman lo que harán al día siguiente. La policía tiene identificados estos lugares, debe actuar, se sabe lo que hay y lo que allí se esconde, dejar pasar es exponer a la población. Es necesario realizar operativos que permitan atrapar a quienes violan la ley y llevarlos donde deben estar, a los enfermos a instituciones donde reciban la ayuda que les permita volver a una vida en sociedad persiguiendo y alcanzando sus sueños.