Con seguridad que nuestra ciudad no es la única pero no nos apegaremos a aquello de «mal de muchos, consuelo de tontos», pero las consecuencias las padecemos nosotros, aquí y ahora. Es una urbe invadida por el comercio informal que ha tomado calles y aceras pero no sólo es este sector el que actúa así, incluso quienes están asentados legalmente, que supuestamente tienen una licencia de funcionamiento porque cuentan con un local comercial, parecen no tener suficiente espacio para su mercadería porque no tienen ningún inconveniente en usar las veredas también, tal vez son más abusivos que los que hemos citado porque aquellos son temporales, de paso, ni siquiera están todo el día, en cambio estos últimos han convertido la acera en una extensión de su tienda desde la mañana hasta la noche.
Están aquellos que venden muebles y colocan afuera sillones, mesas, sillas y cuanto producto tengan, también están los que comercializan materiales de construcción que exponen cerámicas, cemento, masillas, etc, que significan un verdadero riesgo para quien quiere transitar por ahí. No faltan los que venden de todo, papel higiénico, muebles y rollos de platico, telas, coca, en fin… es un exceso llevado al extremo a vista y paciencia de las autoridades que por lo visto no hacen nada o poco pueden hacer, lo que ya sería un desastre. El olvidado, desde todo punto de vista, es el peatón, como sucede en todo sentido, nadie vela por sus derechos, tiene que bajar de la vereda invadida arriesgándose a ser atropellado por un vehículo que va por la calle o a tropezar con tanta mercadería que se encuentra en una vitrina abierta y gratuita.
Existe normativa al respecto, la alcaldía debe hacerla cumplir.