Hoy nos queremos referir a la preservación del patrimonio histórico-cultural como un camino para fortalecer el turismo , sin duda no es el único, hay varios más y a cual más descuidado. El identificarnos como una ciudad con índices alentadores de seguridad ciudadana es un imán para los turistas, al mismo tiempo que el saber que no se puede caminar tranquilos por las calles es un una forma clara de espantarlos. Podemos trabajar mucho cuidando nuestra riqueza histórica, fortaleciendo nuestras costumbres y la manera de exponerlas, contar con espacios naturales de fácil acceso y con todas las comodidades pero si quien piensa visitarnos teme hacerlo por los antecedentes de inseguridad, seguro que nada de lo antes mencionado servirá, nos quedaremos con todo hecho, con la mesa puesta y la cena lista pero el invitado no llegará.
Antes de pensar que garantizar la seguridad ciudadana atrae el turismo, tenemos que establecer que es un requisito que como ciudadanos debemos exigir al Estado que nos cobija y del que somos parte, ¿ para qué queremos turistas si no somos libres de andar tranquilos por nuestra propia ciudad, para qué si el miedo se apodera de nosotros cuando el sol se oculta o cuando estamos en ciertos barrios de la urbe, para qué el turismo si matan a nuestros jóvenes por un celular, si asesinan a alguien por robar una farmacia, si lastiman a una mujer mayor a plena luz del día por arrebatarle su cartera?.
Tenemos las prioridades cambiadas, tergiversadas, como sociedad precisamos vivir armónicamente para pretender convertirnos en receptora de turistas. Las autoridades hablan mucho de este tema pero poco o nada hacen, los recursos que por ley deben destinarse para este efecto parecen desviarse para otros motivos porque no se los siente en las calles. Poco a poco, ni sangrientas tragedias mueven nuestros corazones, nos vamos acostumbrando a la realidad en la que vivimos e insensibilizándonos y en esa medida olvidamos reclamar para que nuestros hijos crezcan en un medio que les garantice seguridad y paz.