Anzu fue juzgado y ejecutado en el vigésimoquinto Shar, esto sojuzgó el malestar de los Igigi, aunque siguió hirviendo lentamente. Marduk fue enviado a Lahmu para levantar los espíritus de los Igigi, para prestar atención a su bienestar. En la Tierra, Enlil y Enki discutieron cambios, estuvieron reflexionando sobre cómo evitar el malestar en la Tierra.Las estancias en la Tierra son demasiado prolongadas, se decían uno a otro. Pidieron consejo a Ninmah; quedaron alarmados por el cambio de semblante en ella. ¡El oro debe fluir con más rapidez a Nibiru, hay que proveer de salvación con más rapidez!, coincidieron todos.
Ninurta era un experto en las interioridades de los planetas; dijo palabras sabias a sus mayores: Que se establezca una Ciudad del Metal, para que allí se funda y se refine el mineral aurífero, allí se podrán disponer cargamentos menos pesados desde la Tierra. Cada nave espacial podrá llevar más oro, y quedará espacio para que los Anunnaki regresen a Nibiru, ¡que los agotados regresen a Nibiru, que otros frescos los sustituyan en la Tierra! Enlil, Enki y Ninmah consideraron favorablemente la sugerencia de Ninurta, se le consultó a Anu y dio su aprobación.
¡En el Edin, se planificó una Ciudad del Metal, en esa ubicación insistió Enlil! Se construyó con materiales de Nibiru, se equipó con herramientas de Nibiru.
Tres Shars llevó su construcción, se le dio por nombre Bad-Tibira. Ninurta, que hizo la sugerencia, fue su primer comandante. De esta forma, el flujo de oro a Nibiru se hizo más fácil y rápido, aquellos que habían venido a la Tierra y a Lahmu al principio de los Tiempos Previos volvieron a Nibiru; Alalgar, Abgal y Nungal estaban entre ellos. Los recién llegados que los sustituyeron eran más jóvenes y entusiastas; no estaban acostumbrados a los ciclos de la Tierra y de Lahmu ni a otros rigores. En Nibiru, de donde habían venido, la brecha en la atmósfera se estaba curando; los más jóvenes no habían conocido las grandes calamidades que habían tenido lugar en el planeta y en sus cielos. ¡De su misión dorada albergaban especialmente el anhelo de emociones y aventuras! Tal como había concebido Ninurta, los minerales se traían desde el Abzu, en Bad-Tibira se fundían y se refmaban, con naves espaciales se enviaban a Lahmu; el oro puro se llevaba de Lahmu a Tibiru en carros celestiales. Tal como había concebido Ninurta, el oro fluía desde el Abzu hasta Nibiru; ¡lo que no había concebido era el malestar de los Anunnaki recién llegados que trabajaban sin descanso en el Abzu!
La verdad sea dicha, Enki no tuvo en cuenta lo que se estaba fraguando, ponía su atención en otros asuntos del Abzu. Había llegado a fascinarse con lo que crece y vive en el Abzu; deseaba aprender de las diferencias entre lo que había aparecido en la Tierra y lo que había aparecido en Nibiru, quería descubrir cómo se causaban las enfermedades por la atmósfera y los ciclos de la Tierra. En el Abzu, junto a las chorreantes aguas, erigió un magnífico lugar de estudio, lo dotó con todo tipo de herramientas y de equipos.Llamó al lugar Casa de la Vida, a ella invitó a su hijo Ningishzidda. Configuraron fórmulas sagradas, diminutos ME, la posesión de los secretos de la vida y la muerte, buscaban desentrañar los misterios de la vida y la muerte de las criaturas de la Tierra. Enki estaba especialmente enamorado de algunas criaturas vivas; éstas vivían entre los árboles altos, utilizaban sus patas delanteras como manos. En las altas hierbas de las estepas se veían extrañas criaturas; parecían caminar erectas. Enki estaba absorbido con estos estudios; pero no se daba cuenta de lo que se estaba fraguando entre los Anunnaki. El primero en darse cuenta del problema fue Ninurta: en Bad-Tibira había observado una disminución en mineral de oro.
Enlil envió a Ninurta al Abzu para averiguar lo que estaba sucediendo. Ennugi, el oficial jefe, lo acompañó en las excavaciones, con sus propios oídos escuchó las quejas de los Anunnaki; murmuraban y se lamentaban, refunfuñaban en las excavaciones; ¡El trabajo es insoportable!, le dijeron a Ninurta.
Ninurta dio cuenta de esto a su tío Enki. ¡Convoquemos a Enlil!, dijo Enki.
Enlil llegó al Abzu, se instaló en una casa cercana a las excavaciones.
¡Vamos a enervar a Enlil en su morada!, gritaron los héroes que trabajaban en las minas. ¡Que nos libere del duro trabajo!
¡Proclamemos la guerra, nos liberaremos a través de las hostilidades!, gritaban otros.
Los Anunnaki de las excavaciones prestaron oídos a las palabras de instigación, prendieron fuego a sus herramientas, quemaron sus hachas. Se enfrentaron a Ennugi, oficial jefe de las minas, lo apresaron en los túneles; lo llevaron con ellos, se abrieron paso hasta la puerta de la morada de Enlil. Era de noche, en mitad de la vigilia; rodearon la morada de Enlil, sostenían en alto sus herramientas a modo de antorchas. Kalkal, el guardián de la entrada, atrancó la puerta y despertó a Nusku; Nusku, el visir de Enlil, despertó a su señor, lo sacó de la cama, diciéndole así: ¡Mi señor, la casa está rodeada, hasta la puerta han llegado los hostiles Anunnaki!
Enlil convocó a Enki, Enlil convocó a Ninurta a su presencia:
¡Qué es lo que están viendo mis ojos! ¿Es contra mí contra quien se está
haciendo esto? Así les dijo Enlil:
¿Quién es el instigador de las hostilidades?
Los Anunnaki se mantuvieron unidos:
¡Cada uno de nosotros ha declarado las hostilidades! ¡El trabajo es excesivo, nuestro trabajo es duro, grande es nuestra aflicción! Así le dijeron a Enlil.
Enlil le transmitió a Anu palabras de lo que estaba sucediendo. ¿De qué se acusa a Enlil?, inquirió Anu.
¡El trabajo, no Enlil, es la causa del problema!, le dijo Enki a Anu. ¡Graves son los lamentos, todos los días podemos escuchar las quejas!
¡Hay que obtener oro!, dijo Anu. ¡El trabajo debe continuar!
¡Liberad a Ennugi para consultas!, dijo Enki a los hostiles Anunnaki. Ennugi fue liberado; a los líderes les dijo:
¡Desde que ha aumentado el calor en la Tierra, el trabajo es insoportable, inaguantable!
¡Que los rebeldes vuelvan a Nibiru, y que otros nuevos vengan en su lugar!, dijo Ninurta.
¿No podrías forjar nuevas herramientas?, dijo Enlil a Enki. ¿Para que los héroes Anunnaki evitaran los túneles?
¡Llamemos a mi hijo Ningishzidda, deseo que me asesore él!, respondió Enki.
Convocaron a Ningishzidda, vino desde la Casa de la Vida; Enki se apartó con él, intercambiaron palabras entre ellos.
¡Es posible una solución!, dijo Enki. ¡Creemos un Lulu, un Trabajador Primitivo, para que se ocupe del trabajo más duro, que ese ser cargue sobre su espalda el duro trabajo de los Anunnaki! Asombrados quedaron los líderes asediados, ciertamente se quedaron sin palabras ¿Quién había oído hablar antes de un ser creado de nuevo, un trabajador que pudiera hacer el trabajo de los Anunnaki?
Llamaron a Ninmah, que en curación y ayuda era experta. Le repitieron las palabras de Enki:
¿Acaso hay alguien que haya oído hablar de eso?, le preguntaron.
¡No se había oído hablar de algo así!, le dijo ella a Enki. Todos los seres descienden de una simiente, ¡Cada ser se desarrolló a lo largo de eones a partir de otro, ninguno vino nunca de la nada!
¡Cuánta razón tienes, hermana!, dijo Enki sonriendo. Dejadme que os revele un secreto del Abzu:
¡El ser que necesitamos existe ya!
Todo lo que tenemos que hacer es ponerle la señal de nuestra esencia, ¡así se creará un Lulu, un Trabajador Primitivo! Así les dijo Enki. Tomemos pues una decisión, dadle la bendición a mi plan:
¡Crear un Trabajador Primitivo, forjarlo por la señal de nuestra esencia!