Noticias El Periódico Tarija

La experiencia nos demuestra claramente que es muy cierto que los micros hacen lo que quieren en nuestras calles, que se detienen en cualquier momento y lugar, que lo que menos les importa es el cartel donde indica «PARADA», que es el «único» que deberían usar para que los pasajeros bajen y suban… pero no, para ellos las calles y avenidas en toda su extensión llevan ese cartel gigante y por tanto se sienten con el derecho de parar donde sea sin importarles lo que le ocasionan al otro ni menos lo que generan en la ciudad. Así como si tienen que recoger a una persona a mitad de cuadra lo hace sin el menor empacho a pesar de la paciencia de unos, los gritos y bocinazos de otros, tampoco dudan en ser ellos los que usen la bocina indiscriminadamente cuando otros se toman su propio tiempo. Finalmente, ellos están en vehículos más grandes y como que se sienten superiores y más fuertes para imponerse frente a un autito, cuando se trata de ver a quien le corresponde pasar.

Quienes están también en medio de este embrollo son los taxis, que comparten un capítulo también especial ya que cobran lo que quieren y nadie los regula, se detienen donde les place ante el primer «levantamanos» que ven y encima critican a los micreros porque hacen lo mismo, para el taxista la bocina es un instrumento de trabajo de primera necesidad, no pueden circular sin ella. No tienen noción de por donde se debe adelantar ni sobre el uso de guiñadores ni luces de estacionamiento, muchos ni siquiera las tienen y lucen orgullosos en sus parabrisas las rosetas de inspección técnica que les pone la Policía luego de «verificar» que «todo esta en orden», como la ley dispone.

Por otro lado están los vehículos en dos ruedas, con las motos pasa lo mismo, generan un descontrol y estrés total porque aparecen por todo lado y se filtran por cualquier espacio sin importar si es por la derecha o izquierda, en línea recta o zigzagueando, en la oscuridad de la noche sin luz alguna que permita verlas o con sólo una con destellos azules como si fuera suficiente. Quienes conducen las motitos, al igual que los micros creen que tienen el derecho de pasar por cualquier lado pero no porque se crean grandes y fuertes, justamente por su reducido tamaño, es así que cuando pueden usan las «amplias» aceras del centro como vías de escape a los embotellamientos de siempre y en aumento.

De hecho que no solo los nombrados existen y habitan esta urbe, los particulares son una síntesis de todo lo descrito pero con el derecho de cuestionar y renegar contra micreros, taxistas y motoqueros. En este loquero el menos tomado en cuenta es el peatón, que tiene que andar sorteando los obstáculos que encuentra en nuestras calles por culpa de los ya nombrado. No existe educación vial y los culpables somos todos porque estamos mal educados y el libre albedrío detrás de un volante o manubrio ha llevado al abuso sinvergüenza, es hora de hacer conciencia y de que nuestras autoridades en vez de llenarnos de eslogans resfriados y saturarnos con su imagen por puro interés político, destinen sus presupuestos de publicidad a educar y orientar a conductores y transeúntes sobre las reglas viales establecidas que se deben conocer. La verdad es que las autoridades tienen obligaciones marcadas por ley para dar solución a los problemas de todos.