Las encuestas están de moda, las hay para todos los gustos, estamos en tiempos electorales y a pocos días de saber cuál de ellas acertó o se equivocó. En todas o en casi todas, Evo Morales se lleva la preferencia seguido a menor o mayor distancia por Carlos Mesa. Parece que eso está fuera de duda, lo incierto es si habrá o no segunda vuelta electoral. Evo necesita llegar al 40% de votos válidos y tener una ventaja de por lo menos el 10% o tener más del 50%. Ahí está centrada la atención de la gente, cómo que se da por sentado que el presidente ganará el 20 de octubre.
En estas últimas dos semanas, con los cabildos de Santa Cruz, La Paz y Cochabamba, los ánimos se tensaron, se polarizó el ambiente al punto de generar enfrentamientos, como el de Potosí en el cierre de campaña del binomio oficialista. Hay tanta susceptibilidad en el ambiente que hasta hacer públicas las encuestas nos exponen a ciertas reacciones en las redes sociales, cuando nosotros somos meros reproductores de trabajos elaborados por empresas que están legalmente habilitadas para hacerlo, ni más ni menos.
Es cierto que las cifras que se han ido revelando, llaman la atención, no sólo por lo que sucede a nivel nacional sino por lo que se percibe en algunas regiones. No faltan quienes les restan credibilidad a las encuestas por el número de muestras, la mayoría no pasa de las 3000 personas consultadas, sin embargo generan criterios distintos si favorecen o no al candidato de su preferencia. O sea, si están a favor, poco importa cuántas encuestas se hicieron. Si son contrarias, ese detalle es tomado muy en cuenta y ya no son confiables. En este escenario que se vuelve más radical, más extremo, es complicado pedirle objetividad a la población, en medio de ese fuego cruzado estamos nosotros, los medios, que a veces recibimos los huevos rotos por publicar una encuesta que no hicimos y sobre la que no tenemos nada que ver.