Más de 8 mil visitantes llegan a participar de esta festividad en el municipio de Entre Ríos
Tatiana Miranda/Bolinfo/Tarija
(elPeriódico-octubre-08-2019) Antes de la conquista española, el pueblo guaraní ha existido en gran parte de lo que actualmente es la provincia O’Connor, a partir de este momento y durante el proceso colonizador su territorio ha ido en constante disminución hasta llegar al área que actualmente se denomina Itikaguasu.
La mayor concentración humana se encuentra en la provincia O’Connor que alberga a 28 comunidades.
La población guaraní total en O’Connor alcanza a 2.398 habitantes con un 49,87% de varones y el 50,13 % de mujeres.
Los guaranís son considerados un grupo étnico, que a pesar de su desmembramiento territorial, mantienen una organización sólida en torno a sus líderes naturales, aunque sus estructuras orgánicas han evolucionado buscando adecuarse a los cambios de estos tiempos a fin de sobrevivir.
Los guaraníes continúan conservando gran parte de su identidad reflejada en su lengua materna, su música e instrumentos, danzas, bailes, vestimenta tradicional y sus ritos paganos.
Gran parte de la población guaraní profesa actualmente la religión católica, siendo la fiesta de la Virgen de Guadalupe, la más alta demostración de su fe.
Los chiriguanos se caracterizaban por sus atuendos de pieles, hojas y collares que marcaban un ruido propio de la tribu, llevando consigo un arco y flechas para la caza como la pesca.
El llamado de uno a otros para ubicar u orientar al grupo era el “japapeo” o grito de guerra, debido a que el grupo se internaba en la selva a orilla de los ríos Tarija y Salinas hasta llegar al Pajonal y Santa Ana, hoy conocido como la Villa de San Luis de Entre Ríos.
En la dura batalla de la evangelización por los jesuitas, el padre Julián Lizardi (1696-1735+), se encontraba realizando una misa con los pocos creyentes que había en esa oportunidad, cuando este fue sorprendido por las tribus de los chiriguanos, en ese momento, salieron al rescate los servidores del cura, llevando con ellos las ollas de comida que eran echadas sobre los cuerpos de los indígenas para ahuyentarlos.
La historia popular cuenta que los indígenas, tras sembrar el desorden, pánico y destrucción, capturaron al religioso y lo arrastraron ante la imagen de la Virgen de Nuestra Señora de la Concepción en la plaza, ahí templaron sus arcos contra ella, fueron innumerables los flechazos que descargaron sobre la representación de María; la decapitaron, le quitaron las manos para finalmente arrojarla en unos pajonales adyacentes al pueblo.
Tal fue la rabia y furia de los chiriguanos que el padre fue llevado prisionero río arriba hacia las cabeceras de Pajonal, donde fue torturado y acribillado a flechazos, este hecho ocurrió un 17 de mayo del año 1735.
La imagen de la Virgen, posteriormente fue restaurada en Tarija y traslada a la capilla de Camacho.
Algunos años después, cuenta la tradición que la Virgen María se apareció en el Itika Guasu a los chiriguanos en circunstancias de una disputa entre tribus, desde entonces, y gracias a la labor evangelizadora de los religiosos, los devotos acuden a Entre Ríos a rendir su devoción y mitigar “el daño inferido a Dios”.
En conmemoración al salvajismo y la evangelización “mataca chiriguana” nace la festividad de la Virgen de Guadalupe, que es realizada cada primer domingo de octubre en el camposanto de Cahuarina, con la participación de una multitud de chiriguanos, cuñitas y negras sanqueras, divididos en dos bandos que son comandados por capitanes en cada grupo.
La festividad de la Virgen de Guadalupe, es una fecha especial para los habitantes de Entre Ríos, más de mil devotos que visten diferentes atuendos y recorren las calles del pueblo hasta llegar a la pampa de Cahuarina.
Estas guerrillas simbolizan el momento de la entrada española, la resistencia de los aborígenes, a la conversión de la fe católica en su momento.
Hombres y mujeres montados a caballo, los propios chiriguanos entre látigos y otros “amagues” de pelea que se ven en esta festividad.
Existe una variedad de atuendos que son utilizados por los promesantes devotos como: capitanes matacos, capitanes chiriguanos y la negra sanquera, que estaba a la orden de los españoles como esclavos y son los encargados de mantener el orden en la fiesta para el que no cumple con las reglas.
Las cuña, que significa mujer en guaraní, también es característica del festejo, haciendo el recorrido por las calles de pueblo, sea a pie o montada a caballo hasta llegar a la pampa de Cahuarina.
Parte de los promesantes elige un atuendo para acompañar en las actividades que son realizadas en Entre Ríos, así lo hizo Rocío, quien a los 21 años, decidió ser promesante en la festividad de la Virgen de Guadalupe con el apoyo y consentimiento de su abuelo.
Con la vestimenta representativa usada por las cuñas, vestida con tipoy, rozón en la cabeza con una cinta de color, las mejillas pintadas y adornada de collares de diferentes colores, salió una mañana rumbo a los pies de la imagen de la Virgen para pedir aliviar sus problemas familiares, de salud, su estado de ánimo y otros.
Rocío necesitaba un cambio, una ayuda y se refugió en la fe por la Virgen de Guadalupe, son tres años que ella participa de esta festividad y cada año agradece a la “mamita entrerriana” por haberla ayudado a salir adelante. “Es una Virgen muy milagrosa que ayuda a niños, jóvenes y adultos”, acota la creyente.
La mayoría de los promesantes son fieles a la Virgen por haber pedido, sobre todo, salud para ellos y sus familias, habiendo sido escuchados o porque refieren que sus peticiones han sido cumplidas.
La festividad de Nuestra Señora Virgen de Guadalupe, por su cultura y fe cristiana fue declarada por el Senado Nacional como “Patrimonio Nacional, Religioso Y Cultural”, por ser originaria y nativa de hechos reales. (eP).
El apunte
Tradición entrerriana
Es el primer domingo del mes de octubre en la capital de la provincia O’Connor, Entre Ríos, se celebra con la advocación de la Virgen de Guadalupe; con la famosa mataqueada, donde participan cuñitas, matacos, chiriguanos y negras sanqueras, promesantes que simbolizan aquella invasión de los aborígenes.
Todos
los devotos recorren las calles del pueblo, con el fuerte sonido de sus
“japapeos” o gritos de guerra.
Es el campo de
Cahuarina, donde son simbolizadas las guerrillas se forman dos bandos,
uno representa a los conversos y el otro a los rebeldes.
Al final se concilia y de rodillas van rendidos a los pies de la imagen de la Virgen clamando por su salud, terminada la reverencia de cuñitas, chiriguanos, matacos y negras sanqueras.
En procesión llevan la sagrada imagen a la parroquia San Luis, donde los promesantes se despiden con lágrimas en los ojos de la Virgen guadalupana. (eP).
Nota de apoyo
Su llegada a Bolivia
El fraile que trajo el culto de Guadalupe a Charcas, hoy Bolivia, nació en Ocaña, actual municipio de la provincia española de Toledo, en la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, en 1570.
A fines del siglo XVI, el convento de Guadalupe, que estaba a cargo de la Orden de San Jerónimo, había crecido tanto que, según fray Arturo Álvarez, las frecuentes ayudas que los monjes jerónimos brindaron al erario nacional necesitado; los cuatro hospitales de peregrinos, atendidos por los mejores médicos del reino, sin escatimar las más costosas medicinas, sumaban cada año cifras astronómicas”.
Por eso fue que dispuso la partida de dos frailes, Diego de Ocaña y Martín de Posada, con rumbo al Perú. Tomando en cuenta que la mina más importante era la de Potosí, esa era su meta.
Álvarez ayuda a entender el periplo de los jerónimos desde su llegada a Puerto Rico y pasando por Cartagena de Indias, Portobelo y Panamá para ingresar al Perú. Solo tras la muerte de su compañero, Ocaña llega a Potosí el 18 de julio de 1600 y allí pinta una imagen de la Virgen de Guadalupe, a semejanza de su convento, con el fin de persuadir a sus habitantes a que den limosnas para el convento.
A invitación del obispo de Charcas, Alonso Ramírez de Vergara, pasa a La Plata un año después donde pinta la imagen que hoy es venerada en la capital de Bolivia.
Los datos
La población guaraní en la provincia O’Connor alcanza a 2.398 habitantes.
La festividad recibe alrededor de mil promesantes y ocho mil visitantes que llegan especialmente de la ciudad de Tarija.