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CULTURA INQUIETA

Morir por un sueldo, ese parece ser nuestro sino. Varios investigadores y estudios defienden que el estrés laboral y la imposibilidad de conciliar vida personal y laboral son causa de problemas graves de salud.

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Cuando el profesor de la Universidad de Stanford, Jeffrey Pfeffer, afirma que «el trabajo está matando a la gente y a nadie le importa», no lo dice en sentido metafórico. Basándose en una labor de investigación que le ha llevado décadas, el profesor y autor de más de 15 libros sobre teoría organizacional y recursos humanos defiende que el sistema actual de trabajo enferma e incluso pone fin a la vida de las personas.

Y no solo, porque la productividad laboral también se ve afectada por los niveles de estrés y ansiedad. «Estamos perjudicando tanto el rendimiento de la empresa como el bienestar individual, y esto debería ser la llamada precisa para que paremos. Se está haciendo demasiado daño», explica.

Jeffrey Pfeffer
El profesor de la Universidad de Stanford Jeffrey Pfeffer

En su libro «Muriendo por un salario» («Dying for a paycheck»), Jeffrey expone que factores como los efectos psicológicos de pasar demasiadas horas en el trabajo, la inestabilidad económica y laboral y el conflicto de tener que elegir entre ganar dinero o pasar tiempo con la familia, matan a las personas. Hasta el punto de convertirse en la quinta causa de riesgo de fallecimiento en EEUU.

En resumen, el autor manifiesta que la habitual excesiva carga de trabajo hace que nuestras ocupaciones laborales se conviertan a menudo en «inhumanas» y que solamente en su país esta estaría relacionada con la muerte anual de 120.000 trabajadores, así como con la pérdida para las empresas de más de 300.000 $ al año. 

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Los estudios llevados a cabo por el profesor confirman que un 61% de los propios empleados considera que el estrés los ha llevado a enfermar y alrededor del 7% piensan que el trabajo ha sido una de las principales causas por las que han tenido que ser hospitalizados. Dice Pfeffer que el problema está en que hay muchas profesiones en las que no hay un límite de horas de trabajo y que la política debería jugar un papel importante en esto.

«Es necesario hacer algo para detenerlo, pero no seremos capaces de hacer nada a un nivel individual. Si quieres resolver el problema de manera sistémica, se requiere una intervención sistémica que debe provenir de algún tipo de regulación», argumenta.

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Consciente de que a priori esto puede asustar a las empresas por afectar a sus ganancias manifiesta: «Sabemos que la gente estresada tiene una mayor probabilidad de renunciar. Sabemos que los empleados enfermos -psicológica o físicamente enfermos- son menos productivos. Sabemos, por estudios realizados, que alrededor del 50% de todos los días laborales perdidos por ausentismo están relacionados con el estrés laboral. Tener trabajadores enfermos o empleados que van a trabajar, pero con bajo rendimiento es lo que les cuesta a las empresas una fortuna».

Pero Pfeffer no es el único que apoya esta teoría. La española Nuria Chinchilla avisaba hace ya tiempo de los riesgos de la falta de tiempo para desconectar, recargar pilas y equilibrar trabajo con vida personal y social. 

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La profesora aconseja sobre la necesidad de integrar el trabajo en nuestras vidas, asumiendo que es una parte de ella, pero no nuestra vida completa.

Para demostrarlo, Chinchilla realizó un estudio comparativo de dos departamento de una misma empresa con dos líneas de trabajo completamente distintas. Los resultados le dieron la razón: Las personas estaban más felices, más comprometidos con su trabajo y obtenían mejores resultados en aquel en el que los empleados podían conciliar y asumían responsabilidad y capacidad de autogestionarse. Exactamente un 400 % más.

«Se sacraliza el presentismo y se considera un símbolo de compromiso con la empresa, pero cada uno debe autoliderar su vida y el trabajo debe ser una fuerza centrífuga, que sirva para salir hacia afuera y no centrípeta, que lo absorba todo hacia dentro», defiende la profesora.

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¿Dónde estaría la solución entonces frente a esta realidad? Gobernadores y empleadores serían los primeros en tener que tomar cartas en el asunto, pero también los empleados deberíamos asumir la responsabilidad de cuidar nuestra salud.

«Si estás en una sala y esa sala está llena de humo, intentarás salir de ahí, porque las consecuencias para tu salud serán muy severas», pues lo mismo con un trabajo dañino, afirma rotundamente Pfeffer.