ECOOSFERA
Seguro lo has intentado: hacer que tu perro se vea en el espejo. Muchas veces, pareciera que sólo están viendo una pared. Otras, parecieran reticentes a verse a sí mismos y desvían la mirada para todos lados. Y en muchas ocasiones, se enojan consigo mismos…
Pero, ¿acaso son conscientes de que son ellos los que están del otro lado del espejo?
La prueba del espejo se ha realizado en decenas de especies. Se trata de una prueba para comprobar hasta dónde llega la conciencia animal, y consiste en embarrar un poco de pintura en la cara del animal para ver si, al verse al espejo, intenta quitársela, lo que señalaría que es consciente de que está viendo su reflejo.
Los bebés humanos saben reconocerse a sí mismos en un espejo aproximadamente a los 18 meses de edad. Precisamente, ellos se tocan y se intentan quitar cosas que reconocen que les son externas. Este comportamiento también se ha visto en bonobos y orangutanes (primates), así como en delfines, orcas, elefantes, urracas y palomas.
Pero los perros no han pasado la prueba del espejo.
El hecho de que haya animales que sí se reconocen en el espejo le hace creer a los expertos que existen especies conscientes de sí mismas. Pero entonces, ¿qué son nuestros perros? ¿una especie de autómatas?
Esto es algo que muchos científicos, incluido Stephen Hawking, han cuestionado. A partir de estudios sobre el funcionamiento de las redes neuronales se ha llegado a la conclusión de que la conciencia no está sólo en ciertas zonas del cerebro, sino en esos circuitos que todas las especies compartimos. Y esto no necesariamente implica que un animal se reconozca en un espejo, sino que tenga ciertos comportamientos que van más allá.
Así que más bien tendríamos que preguntarnos si no es necesario remodelar un poco nuestros conceptos de “conciencia” e “inteligencia”. Porque sabido es también que ecosistemas como los bosques funcionan de manera compleja: sus raíces son como neuronas, y la tierra como la red que conecta los circuitos. Y en cuanto a la conciencia, se trata de un concepto tan antiguo como nosotros mismos. Pero en Occidente, está más involucrado con el “yo” de la psicología que con la comunidad de la naturaleza.
¿Y si algunos animales, como el perro, no se reconocen en el espejo porque no piensan en términos individuales?
Pocos animales son tan leales como los perros. Y en general, las especies de cánidos dependen de vivir en jaurías en las cuales se generan intensos lazos, como en el caso de los lobos, cuya forma de procurarse unos a otros es realmente conmovedora.
Así que sería factible pensar que los perros no están pensando en sí mismos: esperan encontrar a alguien más en el espejo, y por eso siempre creen que lo que ven es a otro perro. Este es el caso de los elefantes, que sólo pasan la prueba del espejo la mitad de las veces que son puestos en dicha situación; y sin embargo, son seres cuya sensibilidad raya en lo poético. Esto haría de animales como los perros seres más cercanos al budismo que muchos de nosotros, pues no tienen una noción “yoica” tan arraigada como la nuestra, ni tampoco parece que les importe tanto su cuerpo –o sea, lo material–.
Eso sí: algunas pruebas –por demás interesantes– han demostrado que los perros están más interesados en su propia orina que en la de otros perros. Estas pruebas han buscado encontrar señales de que los perros sí tienen nociones de identidad pero éstas podrían tener más que ver con otros sentidos, como el del olfato, mucho más desarrollados en ellos que en nosotros.
¿Qué pasaría si los perros nos hicieran pruebas de olfato? Quizá pensarían “A ese humano le falta conciencia” cuando vieran que nosotros no podemos detectar nada que no esté a unos cuantos metros de distancia. Porque quizá el concepto canino de conciencia esté en el olfato o en algún lugar insospechado en el que no buscamos por falta de imaginación, pero sobre todo, por falta de empatía.
Pero entonces, ¿qué ve un perro en el espejo?
Se cree que hay dos posibilidades. Una es que vean algo que se mueve pero que al no tener olor, no lo identifican como algo vivo. Otra es que crean estar frente a otro perro, pero que sea la falta de olor la que los haga comportarse más agresivos. Hasta ahora, esas son las dos hipótesis que se manejan. ¿Tú qué opinas?