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ECOOSFERA

La ciencia ha confirmado lo que nuestros sentidos ya saben: los abrazos curan. Muchos estudios han comprobado los numerosos beneficios de los abrazos. Desde mejorar el rendimiento entre atletas que se animan mutuamente mediante abrazos, hasta aliviar el dolor mejor que cualquier analgésico y promover la estimulación positiva del sistema nervioso.

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Pero un nuevo estudio hecho por el Departamento de Psicología de Carnegie Mellos University confirmó que los abrazos reducen las emociones negativas drásticamente, incluso en quienes se encuentran cotidianamente inmersos en conflictos.

Los investigadores analizaron las interacciones sociales de más de 400 personas durante dos semanas. Con un registro de sus actividades diarias, de su humor y de sus interacciones físicas, encontraron una correlación entre los estados emocionales, los conflictos y el número de abrazos que la persona daba o recibía.

Al parecer, quien da o recibe abrazos se vuelve más resiliente.

Quienes no abrazan ni son abrazados tienden a mayores niveles de estrés y ansiedad.

Este vínculo entre abrazos y capacidad de lidiar con el conflicto no se ve afectado, según los investigadores, por circunstancias concretas como lo puede ser el género o si los participantes estaban casados, solteros o en una relación extra-marital. La correlación es, así, consistente con la hipótesis que los psicólogos querían comprobar: los abrazos nos ayudan a adaptarnos al conflicto y sobrellevarlo.

El impacto que esto tiene sobre la salud es portentoso, pues los conflictos personales son origen de mucho del estrés que nos carcome a diario, y que desencadena decenas de problemas físicos y mentales: fatiga, presión arterial alta, depresión y hasta obesidad.

Meditar en movimiento y restaurar el contacto físico

Podríamos decir que los abrazos son una forma de meditar en movimiento. Por eso es que muchas terapias mindfulness han empezado a integrar los abrazos a sus sesiones, como un ritual afectuoso en el cual liberar oxcitocina –la hormona del amor– mientras se limpia la mente.

Retomar los abrazos como una constante en la vida y no como un suceso esporádico puede ayudar mucho a la salud individual y colectiva. Pero también puede promover nuestra evolución, pues vivimos en una época en la cual el contacto físico –incluso en relaciones de pareja– está disminuyendo. La convivencia en redes sociales y otros entornos digitales, que se ha vuelto obsesiva, está contribuyendo a ello, así como las crisis existenciales que nos conducen a la depresión, la soledad y la baja autoestima.

Comprobar lo sanador que es un abrazo –incluso el dar un abrazo a un árbol– es algo que puede ayudar a promover la restauración de un mayor contacto físico entre las generaciones actuales y las que están por venir, que están cada vez más inmersos en la vida digital.

Así que la próxima vez no lo dudes y abraza: a tu mamá, a tu pareja, a tu perro o a un árbol. Los beneficios no se harán esperar.