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Por Emir Sader / Alainet

Acusado, condenado y preso en un proceso sin pruebas, víctima de la más monstruosa trampa jurídica de la historia brasileña, Lula designó a Fernando Haddad como su candidato por la imposibilidad legal de ser él mismo el candidato. Queda todavía un recurso de los abogados de Lula en el Supremo Tribunal Federal, pero la justicia electoral impuso un plazo para la sustitución del candidato y que sea el PT el que tome la decisión de nombrar a otro postulante, una vez que se negó a Lula la posibilidad de participar. El anuncio fue hecho por Lula en mensaje público.

La absurda prohibición de Lula se apoya en un proceso sobre un tal departamento que nunca fue de Lula, al punto que el juez Sergio Moro dijo que lo condenaba no basado en pruebas —que nos las tenía—, sino en convicciones. Como si el derecho pudiera basarse en algo tan subjetivo como las convicciones y ya no en pruebas.

Con base en esa condena, Lula fue apresado y le impiden ser candidato en las elecciones en que las encuestas le dan preferencias arriba del 40%, mientras que los otros candidatos sumados no llegan a esa cifra. Todos los que visitan a Lula coinciden en la fuerza moral con la que él enfrenta la situación y, al mismo tiempo, la indignación por la inmensa injusticia de la que él es víctima.

“No me conformo de haber sido condenado y estar en la Ficha Limpia por un crimen que no existió. Los tribunales superiores, que podrían reparar la injusticia juzgando el mérito antes de las elecciones, no ponen el tema en la agenda. Van a juzgar cuando yo ya haya sido excluido del proceso electoral”. Ésa fue la declaración de Lula respecto a su imposibilidad de participar en las elecciones; las encuestas lo colocan como el más favorito que en cualquiera de las  anteriores que enfrentó, con todas las posibilidades de ser elegido de nuevo presidente de Brasil en primera vuelta.

Frente a esa circunstancia, Lula y el PT fueron obligados, para no correr el riesgo de ser excluidos de la campaña electoral, a escoger a un candidato sustituto de Lula hasta el día 11 de septiembre. Fernando Haddad fue estudiante de derecho y de economía en la Universidad de Sao Paulo, donde yo mismo fui su profesor en los cursos de posgrado que ha hecho, en filosofía y en ciencia política. Fue el mejor ministro de Educación que Brasil haya tenido, responsable directo de la gran expansión del sistema educacional del país, sea en las escuelas técnicas o en las universidades públicas. Fue posteriormente elegido alcalde de la ciudad de Sao Paulo.

Fue por su trayectoria como su ministro, principalmente, que Lula lo escogió como su candidato a vicepresidente y —no pudiendo participar— como su candidato a presidente de Brasil, teniendo como candidata a vicepresidenta a Manuela d’Dávila, joven parlamentaria del Partido Comunistas de Brasil.

Haddad coordinó la elaboración del programa electoral de Brasil y, posteriormente, salió a recorrer los diversos puntos de Brasil, de forma similar a lo que había hecho Lula con sus caravanas (de las cuales recién salió el bellísimo libro de fotos de la Caravana al Nordeste, que yo mismo edité). La recepción que tuvo Haddad por las nueve provincias de esa región fue espectacular y confirmó lo que la derecha más temía: la transferencia de la influencia de Lula, que tiene el 59% de apoyo en la primera vuelta en la región que siempre fue decisiva en las cuatro victorias electorales.