Un gran paso se dio con la reforma agraria, esa que permitió que la tierra sea para quien la trabaje, acabando con los latifundios, el abuso y la explotación del indio, del campesino. Durante toda nuestra historia republicana, y está claro que desde antes, la propiedad de la tierra estuvo en pocas manos siendo trabajada gratuitamente, sin más retribución que tal vez contar con un techo de precarias condiciones por aquello. Lo que se vivía fue una seudo esclavitud y aún hoy tenemos miedo decirlo y con letras mayúsculas, tuvo que ser la Revolución encabezada por Victor Paz Estenssoro, la que transforme una realidad hiriente en pleno siglo XX, dándole al indio un estatus de ser humano y ciudadano que siempre debería haber tenido, como cualquier otro. A través del voto universal se lo inserta en un escenario que le permitía elegir a sus autoridades y ser parte de la vida democrática de un país, que hasta hacía poco lo consideraba casi como una cosa.
De entonces a la fecha, todo cambió y mucho, incluso llegamos a tener un vicepresidente indígena como Victor Hugo Cardenas y un presidente como Evo Morales, con el que millones se identifican y representan la gran mayoría de esta nación. Se puede decir sin tapujos que Evo es un hijo de la revolución y hoy Bolivia encara una etapa única e histórica. En lo político se puede decir y hablar mucho, se pueden encender luces y hacer caer sombras, no estamos en eso en este editorial, simplemente en una fecha como esta toca reinvindicar los postulados de esa revolución y en el nuevo contexto socio económico que se le ha dado a los pueblos originarios campesinos un rol protagónico indiscutible.
Más allá de Evo Morales, nuestro país no será nunca más igual, segmentos y sectores fueron movidos a desempeñar otro papel y a asumir su destino con una autoestima sólida que les permite, como debe ser, mirar de frente y hablar de «tu a tu» a quien sea. Eso no sucedía antes de la revolución y tampoco antes de la llegada de Morales al poder. Hoy, el indígena, el campesino, ese que ha asumido la conciencia de que este país también les pertenece, deben avanzar en un proceso de inclusión y complementación, de manera que entendamos que solo pueden y deben existir ciudadanos iguales entre sí, todos de primera, con los mismos derechos y obligaciones, además del compromiso inquebrantable que se debe tener con la Patria.