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La lógica del desgaste
Por Ramón Grimalt
El lío de la Universidad Pública de El Alto (UPEA) amenaza con convertirse en un asunto de pronóstico reservado a tenor de los últimos acontecimientos que apuntan a un refundación de esta superior casa de estudios a partir de una propuesta del Gobierno, cansado de lidiar con dos meses de protesta callejera. Sea como fuere, desde la periferia del conflicto, está muy claro que las autoridades universitarias y parte de la dirigencia estudiantil no están dispuestas a soltar el hueso; se han dado cuenta de que sostienen con firmeza una de las partes de la soga de una negociación entrampada en las propias contradicciones que ellos mismos preconizan. Hablando en cristiano, los argumentos de la UPEA carecen de fundamento en un contexto que se desmorona como un castillo de naipes por la incapacidad manifiesta de mostrar de una vez por todas, el número de alumnos inscritos que justificaría de algún modo un aumento presupuestario.
Es, precisamente, la negación, el único recurso que le queda a la UPEA. “Nos negamos a aceptar los setenta millones de bolivianos adicionales que propone el Gobierno”; “Nos negamos a dialogar con éste o aquél ministro”; “Sólo aceptamos al presidente Evo Morales en calidad de interlocutor válido”. Estas tres oraciones se han repetido hasta la extenuación en las conferencias de prensa y entrevistas concedidas por las autoridades universitarias. Y, ciertamente, cuando uno se niega, o mejor dicho, parte de la negación como elemento de un diálogo destinado a resolver un conflicto, no hay nada que hacer. Tampoco es posible poner al Gobierno una pistola en la sien forzándolo a pactar un acuerdo que rompería la armonía del sistema universitario boliviano. El Gobierno ya ha planteado su propuesta, incluso ha ido hasta la misma raíz fundacional de la UPEA. Habiéndose, aparentemente, agotado las instancias de diálogo, queda tensar el cable aún más, arriesgando con ello la seguridad de los ciudadanos atrapados en una maraña inaceptable. Los paceños son rehenes de una protesta que ha perdido la simpatía incluso de los mismos habitantes de El Alto; la gente común, como usted, está harta de bloqueos y manifestaciones. Hace una semana, más menos, el bloqueo de una calle céntrica impidió que una ambulancia asistiera a una mujer adulto mayor que sufrió una descompensación y murió por falta de atención médica. La cuestión pasa por saber si es necesario contabilizar las víctimas colaterales de este conflicto o mejor pasar página y dejar que la protesta se debilite por falta de recursos para sostenerla y, naturalmente, cansancio.
Tanto el Gobierno como la UPEA apelan a la misma lógica del desgaste. “Al final acabarán firmando cualquier documento”, es la frase que define la actitud de unos y otros en un escenario de alta complejidad social. Agréguese a este pifostio el terrible perjuicio para aquellos universitarios inscritos que sólo quieren que se les den las condiciones idóneas para estudiar. En fin, que aquí paz y luego gloria, que diría aquél.