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En 1884 Porfirio Díaz envió a la Exposición Mundial de Algodón en Nueva Orleans a la banda del Octavo Regimiento de Caballería Mexicana, sin imaginar que ese evento cambiaría el curso en la historia del jazz

En 1979 se publicó la primera edición de The Latin Tinge, del escritor John Storm Roberts, con el subtítulo de El impacto de la música de América Latina en los Estados Unidos. Ahí se narra uno de los episodios más curiosos en la historia del jazz.

En 1884 Nueva Orleans fue sede de la Exposición Mundial Industrial y de Algodón. En él participaron países productores de la fibra, siendo México invitado desde 1869. El Gobierno mexicano, dirigido por Porfirio Díaz, quien iniciaba su segundo periodo presidencial, envió a la banda del Octavo Regimiento de Caballería, integrada por casi 100 músicos y coordinada por Encarnación Payén. Dicha banda fue llevada con la consigna de tocar en las presentaciones del pabellón mexicano y mostrar lo relativo al proceso del textil y, por supuesto, la calidad de los músicos mexicanos.

Según Alain Derbez en su libro El jazz en México, este viaje marcó una de las influencias más grandes, en forma y estilo, en la interpretación de las bandas estadounidenses. Durante su estancia en Nueva Orleans los músicos mexicanos ejecutaron algunas danzas, habaneras, marchas militares y danzones. Diferentes editoriales locales publicaron partituras impresas de muchos de sus números. Así las melodías con sello mexicano formaron parte de la vida musical de Nueva Orleans en el temprano periodo del jazz.

Varios integrantes de aquella banda enviada por Porfirio Díaz se quedaron en Nueva Orleans, entre ellos, el saxofonista Joe Viscara, de quien el baterista de jazz Papa Jack Laine decía: “Casi no habla inglés, pero el hijo de la chingada bien que soplaba”.

La influencia de la música mexicana en el jazz fue tan profunda que una revista de la época afirmó que la palabra “jazz” era una degeneración de la palabra “jarabe”. Incluso hubo quien se aventuró a asegurar que el jazz era el resultado de los intentos de músicos negros por tocar música mexicana. El jazzista Jelly Roll Morton (18885-1941) también dijo que sin los ritmos hispanos no se puede obtener el aderezo correcto para hacer jazz.

Muchos de los músicos de la temprana época del jazz de Nueva Orleans eran de origen mexicano, como el clarinetista Lorenzo Tío, cuyo padre era de Tampico y fue integrante de la banda del Octavo Regimiento. Tío dio clases a muchos clarinetistas de Nueva Orleans. Otros fueron Luis Florencio Ramos y Alcides Núñez, quien durante una temporada tocó con la Original Dixieland Jass Band, conjunto que grabó en 1920 el primer disco de este género.

El jazz fue un espacio multicultural donde la música mexicana fue un elemento protagonista de su conformación. Tom Bethel, en su libro George Lewis, jazzista de Nueva Orleans, calificó a Lorenzo Tío como el clarinetista mexicano que en “1885 asistió a la exposición algodonera y cuyo estilo clásico influyó tanto que se considera como el introductor del clarinete en el jazz”.

El compositor de Blues H.C. Handy cuenta en su autobiografía, Father of the Blues, que antes eran los mexicanos y los europeos los que tocaban los clarinetes en las bandas negras. El hijo de Lorenzo Tío fue conocido por ser el maestro del clarinetista Sidney Bechet. Una de sus piezas más famosas se puede escuchar en Midnight in Paris, película de Woody Allen.

Sobre este acontecimiento Richard Landry dijo, en marzo de 1983, que para su primer concierto en México se inspiró en el suceso de la Feria Mundial del Algodón de Nueva Orleans. Describió la actuación de la banda mexicana como un desfile que inundó de música a la ciudad: “Era la primera vez que los jazzistas de Nueva Orleans escuchaban el sonido del clarinete […] los hermanos Tío permanecieron después de finalizada la exhibición para enseñar a los músicos norteamericanos cómo integrar a sus bandas estos instrumentos”.

En definitiva, la Exposición Mundial Industrial y de Algodón de Nueva Orleans fue el evento donde México aportó al jazz la inclusión de los instrumentos de metal. ¿Quién diría que una decisión de Porfirio Díaz resultaría tan trascendental para el género llamado «la primera y verdadera forma de arte estadounidense».