Otra vez las consecuencias de la inseguridad llenan titulares y son motivo de cobertura periodística, otra vez una vida humana se va sin más y las respuestas no se dejan escuchar. Es que tiene que suceder algo muy serio para acordarnos que todos los días somos víctimas de la delincuencia en esta ciudad, que no parece ser tan peligrosa y que, sin embargo, muestra experiencias similares a las que se presentan en grandes urbes.
Un sujeto fue acuchillado y murió, por el puente San Martín de la ciudad de Tarija, a solo seis cuadras de la plaza principal, en una zona altamente poblada, de mucho tráfico vehicular, se presume que se trata de un parroquiano pero no creemos que eso le reste relevancia a este hecho que preocupa a la opinión pública. Sin duda que por las características mencionadas, una persona en esa situación está más expuesta a riesgos como los causantes de su deceso, lo que no quita que sea muy grave lo sucedido.
Dijimos párrafos antes que debe darse un caso de esta dimensión para nuevamente poner sobre el tapete tan escabroso tema, cuando todo el año somos prisioneros de nuestros propios miedos y no somos capaces de implementar políticas efectivas que le garanticen seguridad a la gente. Las intenciones se quedan en discursos, hasta ahí llegamos, no se ve más y los vecinos lo saben porque son los que deben verse cara a cara con la inseguridad todos los días. Improvisar en su vidas para evitar correr riesgos que en otras sociedades no tendrían que encarar. Esta suerte de frustración generalizada va ganando terreno y como que la población se está cansando hasta de protestar y exigir lo que le corresponde, la apatía llega incluso a dejar de lado la exigencia del respeto a sus propios derechos ciudadanos. Un extremo al que no deberíamos haber llegado jamás, pero en el que hoy nos encontramos parados sin saber cómo salir de el.