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Un honrado mercenario

Por Ramón Grimalt

El 10 de mayo, en ocasión del Día del Periodista, un par de alumnas de primer año de Comunicación Social de la Universidad Franz Tamayo, tuvo el elegante detalle de otorgarme un reconocimiento por la labor realizada después de tantos años (más de veinte, seguro) de calle y trinchera. Por supuesto, agradecí el gesto pero les recordé que todavía están a tiempo de cambiar de opinión y dedicarse a estudiar Derecho, Medicina o Administración de Empresas (para político sólo basta haber leído Alí Babá).
Chicas, les dije en plan reflexivo, en esta pega te pagan tarde y mal, tienes que comerte unos sapos enormes y si por desgracia la diñas en una cobertura ningún empresario de medios de comunicación pondrá una placa de bronce a modo de homenaje. Aquí lo que hay que asumir es que el periodismo no es el oficio más bonito del mundo, sino un trabajo que hay que desempeñar con responsabilidad y probidad aunque en el fondo sepas que no eres más que un honrado mercenario (como define Pérez-Reverte) que hoy cobra de aquí, pero mañana lo hará de allá, porque de algo hay que comer, digo yo.
Las estudiantes reaccionaron con humor a mis palabras, pero se comprometieron a seguir adelante; no iba a ser yo quien las desanimara. Tampoco lo hago con los becarios que aplican a pasar una temporada en Documentos ATB. Me fascina (y divierte) verlos con aquellas ganas de aprender esto o aquello, desde la edición más simple a participar en una entrevista que requiere horas de preparación y lectura. Cándidos, vírgenes vestales que aún no han conocido el pecado, se entregan con cuerpo y alma creyendo que todo es aventura, fortuna y gloria. La realidad, cuando vuelan solos, es muy diferente. Están sometidos a todo tipo de presiones editoriales y por supuesto, políticas y empresariales, se ven absorbidos por una vorágine de veteranos que se niegan a ceder el paso a nuevas generaciones, y caen en los vicios del periodismo boliviano, el ventajismo y el compadreo gremial. Si uno destaca, la manada se encarga de ponerlo en su lugar; si piensa diferente, alguien en el medio de comunicación, seguramente un responsable de recursos humanos con la sonrisa plástica del gato de Cheshire, le recuerda lo fría que es la calle en esta época del año. En definitiva, aprenden que el ejercicio del periodismo es una vaina difícil de digerir.
A todo esto, la pregunta que me hicieron aquellas simpáticas e inocentes jovencitas fue si el periodista nace o se hace. No tardé un segundo en responderles: yo nací ser humano pero me hice periodista. Tardaron un segundo en procesar la frase, pero luego, supongo, rieron tímidamente al hallar la ocurrencia. Es verdad, mire usted por dónde. Yo me hice periodista para poder escribir, que es mi verdadera pasión. En otras palabras, el periodismo es el medio imprescindible para que un servidor pueda canalizar su apetito literario, la excusa perfecta. No voy a elevar a un altar esta profesión, ni a convertirme en un defensor a ultranza de sus virtudes, ni siquiera hablaré del respeto a una ética específica, porque si uno es ético en su vida vulgar y silvestre, lo será también cuando le toque ejercer. Eso sí, que nadie se atreva a menoscabar, reducir, intimidar y silenciar la voz del periodista que al fin y al cabo es la de la sociedad. Entonces defenderé nuestro derecho a cuestionar al poder aunque a éste le guste más controlar lo que se dice por temor a lo que se piensa.