Cultura Colectiva
El despiadado asesinato de Dimebag Darrell no sólo acabó con una de las figuras más importantes del metal, sino que liberó los demonios internos del hombre que hizo justicia con su propia mano.
«¡Le disparó a mi hermano! ¡Le disparó a mi hermano!», gritaba Vinnie Paul mientras saltaba de la batería al lugar en donde Dimebag Darrell yacía sangrando en el suelo, con la cabeza perforada y sobre su entrañable guitarra. En el escenario se encontraba sin vida el icónico guitarrista de barba roja, aquel que inmortalizó a Pantera y que se ganó el respeto y admiración de sus ídolo: Ozzy Osbourne, KISS y Van Halen. Dimebag fue brutalmente asesinado por un hombre que se había colado a su concierto en el club nocturno Alrosa Villa en Columbus, Ohio y había entrado a golpes hasta la parte trasera del lugar.
Desde ese privilegiado lugar, el perpetrador podía ver a dos músicos que pertenecían a su banda favorita: Pantera. Los hermanos Abbott, Vinnie y Dimebag tocaban con su nueva banda, Damage Plan, luego de la disolución del primer proyecto. Sin embargo, no estaba ahí para aplaudir o corear las canciones como un fan más, sino para asesinar a Dimebag por ponerle fin a la banda que tanto amaba. El nombre del asesino: Nathan Gale, quien caminó frente al guitarrista y disparó en tres ocasiones directo a su cabeza. Darrell cayó al suelo mientras el pánico se apoderó de los asistentes al concierto. El asesino giró varias veces disparando a todo aquel que se le ponía de frente, alcanzado a tres asistentes.
Con los gritos de desesperación de fondo y los disparos saliendo de su arma, Gale vomitaba injurias en contra de los hermanos y la separación de Pantera, lo que hizo que su ira fuera en aumento. De pronto, tomó como rehén a un fan que se encontraba petrificado de miedo. Ante ello, el policía James D. Niggemeyer apareció en el escenario con su arma en la mano, disparándole y matando al hombre que ya había acribillado a Dimebag. El gatillo del policía parecía ser una esperanza en la vida de todos los asistentes, aunque dicha ilusión se terminó cuando notaron que el guitarrista no se movía más. Él se encontraba sobre un charco rojo en el que parecía que se ahogaría mientras su hermano, destrozado, gritaba con el corazón hecho añicos y los ojos a punto de soltar un río de dolor.
Niggemeyer, al ver la dolorosa escena y posteriormente la manera en que la ambulancia sacaba los cuerpos del lugar, acudió a la comisaría local a rendir su declaración, para volver a casa con un dolor de cabeza insoportable. Luego de eso, se llevó a cabo el funeral en el que asistieron amigos y familiares del guitarrista, considerado el mejor de su época, aún sobre Zakk Wylde (quien le escribiera una canción póstuma) o Jerry Cantrell con quienes tenía una gran amistad.
Los mayores exponentes del metal sufrieron tanto al saber del asesinato que cuando conocieron a Niggemeyer no dudaron en abrazarlo y agradecerle haber parado la masacre. Posteriormente promovieron ceremonias en honor al valiente policía e incluso fue invitado de honor en el funeral de Darrell. El globo entero sabía de la existencia y la grandeza del policía que se había atrevido a detener una matanza con la muerte del propio asesino, salvando la de muchos otros inocentes.
13 años más tarde, Niggemeyer sigue siendo una especie de héroe del rock, no por sus hazañas con la guitarra o sus extensas giras, sino por hacer justicia por Darrell. Sin embargo, la historia no es algo que él quisiera recordar o al menos, no como lo hace, puesto que luego del fatídico 8 de diciembre de 2004, día en que se llevó a cabo el asesinato de Dimebag Darrell, tardó un tiempo en asimilar que había matado a una persona a quemarropa. Años más tarde, le pidió a su superior que le retirara de la patrulla. Comenzó a sentir miedo cuando pasaba por un bar o un centro de espectáculos, sentía que en cualquier momento se registraría un tiroteo y tendría que, de nueva cuenta, asesinar al responsable. Ya no estaba dispuesto a disparar un arma, por lo que acudió a un médico para que le considerara incapaz de continuar su labor y así pudieran moverlo a otra sección. Dicho médico exigió, en pro de sus salud mental, lo retiraran de su cargo. Así, lo ascendieron a detective de robos.
«Me diagnosticaron trastorno de estrés postraumático y trastorno de ansiedad severa. Realmente descubrí que no tienes ningún control sobre tu cerebro, va a hacer lo que va a hacer… Los policías somos seres humanos regulares, las cosas nos afectan de la misma manera que afectan a los ciudadanos todos los días y después tenemos que lidiar con las secuelas».
Sin embargo, el dolor seguía prevaleciendo en su vida. El entonces detective, asegura que cada noche despertaba llorando y rezando en medio de la oscuridad, pidiendo perdón al asesino y a Dimebag por no actuar antes. No podía olvidar al músico en el suelo, a las otras víctimas agonizando y al asesino siendo controlado por su obvios padecimientos mentales; los cuales lo llevaron a la locura y a terminar con la vida de una figura pública de la manera más violenta y agresiva que encontró. Eso le hacía querer salir corriendo y tratar de olvidarlo, pero le era imposible; por más que intentaba, no conseguía más que reproducir dicha escena una y otra vez hasta quedarse dormido.
La gente le decía que había cambiado su carrera, que era un héroe y que seguramente, le lloverían contratos y dinero. Él no quería nada de eso, sólo necesitaba su paz mental de vuelta. Necesitaba sentirse él mismo otra vez, quería levantarse sin ganas de llorar o sin el deseo de arrojarse por la ventana. Claro que era feliz de haber terminado con una situación tan horrorosa, pero era como caminar a lo largo del infierno.
Hasta el momento, Niggemeyer no puede ser completamente feliz. Hay algo que lo detiene y es, por desgracia, la culpa. Desde 2011, Niggemeyer dejó la policía y tiene un empleo que pocos conocen. Esto lo ha ayudado a mantenerse cuerdo y a salir adelante poco a poco, demostrando que una tragedia puede llevar a otra mucho peor y esta a su vez, ser una chispa que haga explotar cada sentimiento, cada tristeza y cada miedo del alma humana.