Noticias El Periódico Tarija

 

“¡Bienvenidos a Café Belén!, si tienen sed, tengo unos jugos muy buenos para aconsejarles”, dice sonriente Alex, y  así empieza la visita a uno de los sitios que empezó a revolucionar la gastronomía tarijeña. 

 

Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena

 

(Verdadcontinra-octubre/2017) Su historia inició como la de cualquier joven que desea salir ¡ya! del país o de esta pequeña ciudad, pero con el tiempo, se iba a dar cuenta que lo que más buscaba, estaba en casa.

Ella es Belén Borda Peñarrieta, una joven chef de 30 años, que prácticamente dio la vuelta al mundo conociendo recetas como platos de diferentes tipos, trabajando en  restaurantes y hoteles; “siempre he sido empleada”, pero en su cabeza, estaba la idea de montar algo propio.

En esa búsqueda constante,  Belén pudo ir capacitándose hasta convertirse en una chef internacional, pero no le bastaba solo con aquello.

Ella quería buscar recetas saludables, pero que al mismo tiempo contengan buen sabor, productos que no generen daño en el organismo, ¡exóticos!

Es así que llegó a realizar un curso de comida exótica en Asia, donde por excelencia están los platos más extraños del mundo, de ahí se pasó hasta Australia, otro sitio en el que lo desconocido es parte de la cotidianeidad, aunque suene contradictorio.

Pasando por las mejores escuelas internacionales de gastronomía en esos países, halló las pistas que la llevarían a encontrar lo que tanto estaba buscando a lo largo de su carrera.

“Ahí conocí  recetas  de comidas fabulosas,  cosas tan únicas, aparte de tomar clases de cocina”, recuerda.

“En las escuelas más reconocidas, pude encontrar muchos ingredientes exóticos, pero que eran similares a unos que tenemos en Bolivia”, relató.

Precisamente, en este viaje por sitios tan alejados, se dio cuenta que había encontrado el elixir que siempre buscaba.

“Todo el tiempo que estuve trabajando afuera,  me encontré con una gastronomía fabulosa, como la de Australia, pero comparando con Bolivia, no hay mucha diferencia”, dice.

Y sí, como la novela del alquimista, la respuesta estaba en casa. “Me di cuenta que me escapaba del mejor lugar  para cocinar, que es Bolivia”, dice todavía emocionada, al agregar que además de todo lo que se tiene para explotar, acá está su casa, su familia, el mejor sostén para un emprendedor.

En todo ese tiempo, pudo percatarse que en el país y especialmente en Tarija, existen productos vírgenes y frescos.

“Las frutas todavía huelen a frutas”, resalta, pues en otros países bastante industrializados, esta situación es difícil de vivirla o más bien, sentirla.

Es así,  que volvió a Tarija con la idea de emprender dos proyectos; distantes todavía de lo que es Café Belén, pero el destino otra vez le cambiaría los planes.

“Dios sabe todo lo que hace”, dice y precisamente, surge ahí Café Belén, un pequeño restaurante acomodado en su casa, donde comenzó una  historia reciente en la gastronomía local.

“Lo que llama la atención, es que tenemos ingredientes que en Tarija y en Bolivia nadie los utiliza,  si vas a otros restaurantes encuentras los mismos productos”, hallando así un buen potencial por explotar.

Diferentes frutas y hierbas empezaron a ser utilizadas con la apertura de Café Belén. “Tienes una cantidad impresionante de hierbas y esencias exóticas en Tarija”, dice Belén todavía emocionada.

En la mayoría de los restaurantes locales trabajan con frutas como papaya, duraznos y frutillas, generalmente enlatados, algo que ella decidió cambiar y aumentar la gama de sabores.

Este proyecto inicia con la sociedad realizada con sus hermanos Carolina y Enrique.

El restaurante da su primer pie con un mozo español, cuya atención destaca, pero con el pasar del tiempo,  y la demanda, se dan cuenta que necesitan más apoyo.

“Al iniciar como todo en Tarija, estaba lleno, pero sabíamos que el verdadero reto no era ese, sino mantenerse”, explica Belén.

Como todo negocio de este rubro pasaron momento difíciles, pero lograron superarlos. Uno de los problemas que tuvieron es el choque cultural.

“Había gente que se molestaba porque no teníamos durazno al jugo o determinadas salsas, pero les explicamos que acá todo lo hacemos natural, que no usamos productos enlatados, pero costó que lo acepten”, reconoce.

Fácilmente, los propietarios podrían empezar a dar el gusto al común denominador, pero hay otro objetivo en este restaurante que es la salud del cliente.

“No trabajamos por una respuesta a corto plazo, sino que cuidamos la salud del cliente, queremos que esté bien”, argumentó.

Así, en este lugar quedaron atrás las tortas congeladas o productos enlatados.

Pero la salud va acorde con el medio ambiente y en este sitio nada se desaprovecha. “Todas las sillas, adornos e implementos son de la casa de mi abuela, tenemos hasta periódicos antiguos”, señalando al equipo de prensa a una de las mesas.

Incluso en el local, puede verse un antiguo mueble. “Ese lo pintamos nosotros”, nos dice con una tímida risa al darse cuenta que lo estábamos mirando.

En medio de la charla llegan dos jugos, uno de menta y otro de piña, acompañados de hierbas en un antiguo frasco de mermelada.

El calor de la tarde combinado con ese refresco frío, más el cautivante olor, se resumen  como lo describía la dueña: único, exótico y natural.

Refresca al cuerpo y como en las propagandas de las grandes marcas internacionales de gaseosa, sale automáticamente un “¡Ahh!”.

“¿Qué le pareció?”, pregunta Alex Claure, uno de los mozos de este lugar, quien precisamente fue el que recomendó el jugo. “Es bastante delicioso”, dice Alex, quien rápidamente se gana la confianza del cliente.

Este particular mozo, conquistó el cariño de los clientes que pasaron alguna vez por el café.

“Todo es cosa de Dios”, vuelve a repetir Belén, mientras se sujeta el pelo.

Recuerda que conoció a parte de su equipo de trabajo en la iglesia evangelista  a la que ella asiste.

Ahí, ellos le habían pedido trabajo y ella respondió positivamente, pero no sabía en qué lugar ubicarlos. “Alex me dijo que no sabía cocinar, que no sabía administrar, entonces no sabía cómo podía darle trabajo”.

“Me gusta atender a la gente”, le respondió el joven y no fue más. Belén hizo la prueba, ella confiaba en que podía hacerlo bien, pero no esperaba semejante resultado. “Me sorprendió bastante como lograba ganarse a la clientela”.

“Dios nos juntó en el camino, fue por él que los conocí”, dice con la voz temblorosa,  notoriamente emocionada, “él nos ama y todo esto es por él”, mostrando así,  qué le impulsa a seguir adelante con este proyecto.

Noelia Batista es la otra mesera que llegó junto con Alex, ella lo reemplaza en su día de descanso y el resultado es similar; dos jóvenes llenos de vida que contagian energía a quien entra al lugar.

El equipo lo completan: Carmen que se encarga de hacer los panes como las tortas, Modesta que hace los jugos y Andrea que realiza los particulares sándwiches, todas posan para los lentes de Tarija en Cien y Verdad con Tinta, sonrientes, bromeando entre sí, mostrándose como son: felices.

“La idea es que los clientes no solo vengan a comer, sino que salgan felices”, cuenta Belén antes de despedirnos. Al salir por la puerta de cristal, solo queda darle la razón, uno sí sale feliz.

 

Pie de foto (arriba)

El equipo de Café Belén.