La relación entre el subgobernador de la provincia Cercado, Jhonny Torres y el Gobernador del Departamento, Adrián Oliva, se torna cada vez más áspera y las declaraciones y actuaciones de un lado y del otro han ido subiendo de tono, es evidente que Oliva cuenta con un equipo mucho más grande que le permite disponer de varios voceros como para no ser él quien se dirija directamente a Torres o cualquiera con quien tenga problemas. En cambio, la autoridad provincial parece tenerse sólo a él mismo para proponer o defender, lo que hace que se desgaste mucho más por tener que mediatizarse al extremo ante un gobernador que hasta evita hablar del tema mientras sus cercanos son los que se ocupan de hacer el trabajo de desportillamiento.
Según se dice, a Torres se lo asocia con un esquema en el que se encuentra el ex alcalde Óscar Montes, no olvidemos que éste fue blanco de denuncias por el propio Oliva cuando aún era diputado y ya se escuchaba que pretendía ser candidato a Gobernador, el mismo camino de Montes, quien antes de oficializar su propia candidatura apuntó directamente a la actual autoridad departamental de ser quien estaba detrás de una serie de denuncias en su contra que complicaban su futura postulación, o sea, esto viene de atrás. Tampoco se puede dejar de ver de cerca la «alianza» que existe entre Rodrigo Paz, alcalde actual de la ciudad de Tarija y ex aliado de Montes, con Adrián Oliva, en una lógica de generar un esquema político compuesto «en teoría» por una nueva generación que quiere desplazar a la otra. Se trata de un pugna de poder en el imaginario de los virtuosos políticos tarijeños, como si se tratara de una guerra por el dominio y manejo de nuestras instituciones como si de una simple cosa se estuviera hablando.
No creemos en viejas y nuevas generaciones, creemos que la unión hace la fuerza y mientras tengamos a esos políticos «disputandose Tarija», seremos tan débiles o más de lo que somos ahora, el silencio, la ausencia de propuesta, de protagonismo y liderazgo en el contexto nacional es consecuencia de esta sería crisis institucional que vive nuestra región y en la que la mantienen nuestros políticos. Es tiempo de pensar en la Tarija de la gente, no en la de quien la quiere manejar a su antojo, es tiempo de poner primero el interés colectivo y dejar el egoísmo y la ambición. No hay otro camino y mientras no lo entiendan, seguiremos tal cual salvo que surja una verdadera y auténtica opción para la comunidad, que le permita inclinarse por quien no está tan preocupado en tratar de hacer de Tarija «su territorio» sino en devolverle la decisión al pueblo para que sea el protagonista fundamental de un proceso de recuperación de la memoria que nos lleve a un mañana de éxito.