Max Murillo Mendoza
Como no podía ser de otra manera, Pedro Pablo Kuczynski un migrante europeo ganó las elecciones peruanas sobre una migrante japonesa. Factores coloniales muy en boga en estos siglos de república, donde las colonias extranjeras se disputan las instituciones más importantes de nuestros países. De yapa se repite la estrofa desarrollista conocida: este europeo promete a raja tabla traer desarrollo y progreso, ya que a sus ojos el Perú de hoy es “retrógrado” y necesita, cómo no, civilizarse y desarrollarse. Los medios de comunicación escritos y televisivos ya han repasado el glorioso pasado de este europeo, de su culta familia y de sus aprendizajes en universidades importantes de Europa. Aspectos sine qua non por estas sociedades colonizadas hasta los tuétanos, para no aceptar otros currículum distintos y absolutamente otros sin los necesarios y estridentes, de las colonias extranjeras.
Lo interesante de esta parafernalia política republicana, es que los discursos no han cambiado en nada desde hace siglos. Son los mismos, unos izquierdistas y otros derechistas o liberales; ambos se disputan y se pelean por traer más progreso y desarrollo a nuestros territorios. Más civilización y más exitismo economicista. Enfermedades incrustadas en los genes de las élites tercermundistas, que siguen creyendo religiosamente en la modernidad decimonónica, atrasada, contaminante, sin respuestas a las crisis económicas, discriminadora por esencia, clasista y racista por naturaleza. Modernidad que ya ha fracasado rotundamente, y en los países ricos desde hace 30 años empiezan a superar esa enfermedad, planteando la postmodernidad y sus tecnologías a la altura para superar precisamente la modernidad y sus monstruos como la historia y las demás ciencias sociales. Pero las provincianas élites tercermundistas al parecer no han leído y estudiado esos nuevos documentos.
El desconocimiento de nuestras realidades, por parte de estas élites, es proporcional a sus políticas de Estado y sus proyectos de desarrollo que sólo bloquean y destruyen nuestros tejidos sociales, que sólo adormecen con espejitos de colores coyunturalmente, para después volver a fracasar en ese disco rayado de las repúblicas coloniales. Los bellos informes después justifican todos esos fracasos, luego nuestras nacionalidades siguen jodidas con esos experimentos. Nosotros también conocimos y conocemos todos esos ingredientes de estudios, diagnósticos, planificaciones de oficinas con los más capos de Harvard o Berkeley: inutilidades de alto vuelo, cuando nuestras historias van por otros caminos, por otras lógicas económicas y otras lógicas sociales, que nada tienen que ver con las tradicionales y modernistas visiones de nuestros profesionales, envenenados por las enfermedades mentales de la modernidad. Esos especialistas en modernidad desde siempre nos han dejado más pobres, más dependientes y más vulnerables ante los mismos fenómenos de la modernidad: oh sorpresa.