Hay que ser un desalmado; un auténtico inconsciente y desangrado para realizar semejante acción y, por la noche, poder dormir tranquilo o, peor aun, poder mirar a los ojos de sus hijos y, descaradamente, mentirles sobre lo que realmente le ocurrió a su perrito. Definitivamente, un hecho horrendo que desnuda una terrible faceta de nuestra falta de humanismo y sentido de responsabilidad y equidad.