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Pese a que se dice e informa diariamente, desde la Gobernación del Departamento y los municipios de las diferentes provincias de Tarija, que se están desarrollando reformas para mejorar la calidad y el acceso a los servicios de salud, prevalecen noticias sobre hospitales colapsados y protestas de los pacientes y de los profesionales de la salud.
Mucho menos visible es que el número de personas cubiertas por los sistemas de salud creció y por ende se requieren más recursos financieros, más personal, un mayor acceso a medicamentos y tecnologías, infraestructura, regulaciones sanitarias y un cambio de actitud de las autoridades y de las personas hacia la salud.
Tarija toda enfrenta los mayores retos, su geografía favorece a enfermedades asociadas a vectores y en las amplias fronteras son frecuentes los desastres y las emergencias climáticas. El dengue, las enfermedades respiratorias agudas y las diarreas, el chagas, las lesiones por accidentes de tránsito y violencia, y las enfermedades crónicas no transmisibles, entre otras, representan todavía una alta carga de enfermedad.
Las necesidades de Tarija incluyen fortalecer las entidades de salud y la gestión autónoma; más profesionales en el área de salud; aprovechar mejor el primer nivel de atención para que la complejidad se atienda en hospitales menos demandados; erradicar vicios culturales que, por ejemplo, hacen de Tarija uno de los departamentos con mayor número de casos de cáncer del país; y una actitud individual que anticipe la enfermedad.
Teniendo entonces a la salud como prioridad, el presupuesto público -léase departamental- dedicado a la salud es un indicador de la precedencia asignada a la salud, entonces el que se hable o informe de que se reducirán las prestaciones del llamado Seguro Universal de Salud Autónomo de Tarija (SUSAT) nos indica qué tan importante es la salud pública para nuestras autoridades de turno, tanto departamentales como municipales.