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Se dice que le preguntaron a una madre cuál era su hijo preferido, aquel que ella más amaba, y ella, dejando entrever una tierna sonrisa, respondió: “Nada es más voluble que un corazón de madre”.

Hizo una pequeña pausa y continuo diciendo: “Es así que como madre le respondo, el hijo predilecto, aquel a quien me dedico de cuerpo y alma…
Es mi hijo enfermo, hasta que sane…

El que partió, hasta que vuelva…

 

El que está cansado, hasta que descanse…

 

El que está con hambre, hasta que se alimente…

 

El que está con sed, hasta que beba…

 

El que está estudiando, hasta que aprenda…

 

El que está desnudo, hasta que se vista”.

 

Callo nuevamente por unos segundos y prosiguió indicando: “Pero también vivo pensado noche y día en…

 

El que no trabaja, hasta que se emplee…

 

El que se enamora, hasta que se case…

 

El que se casa, hasta que conviva…

 

El que es padre, hasta que los críe…

 

El que prometió, hasta que cumpla…

 

El que debe, hasta que pague…

 

El que llora, hasta que calle”.

 

Y ya con el semblante bien distante de aquella sonrisa, completó: “Por último, en mis oraciones esta siempre…

 

El que ya me dejó… hasta que lo reencuentre”.