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ECOOSFERA

A no ser que sea en pocas cantidades para aderezar la existencia, la incertidumbre puede ser muy incómoda. Y más aún, aquella incertidumbre provocada por no saber si las personas de nuestro entorno cercano son confiables. ¿Puedes prestarle dinero o un libro a ese compañero del trabajo con la seguridad de que te lo regresará? ¿Puedes contarle un secreto con la seguridad de que no lo contará? ¿Podrías confiarle tu vida?

La duda nos carcome. Y es válido: muchas personas de las cuales nos rodeamos no son de fiar. Pero para evitar un estado de paranoia permanente –y poder relacionarnos libremente– tendemos a confiar en los demás, y a veces con mucha ingenuidad de por medio. Las desilusiones no se hacen esperar, y pronto estamos preguntándonos por qué confiamos en tal o cual compañero del trabajo o la escuela.

Pero dejar de confiar no es una opción.

Porque, sin duda, la confianza es parte del lenguaje del amor: no podemos dejar que la desconfianza nos carcoma. Lo que sí es una opción es medir el grado de empatía de aquellos que nos rodean. ¿Cómo? Sabiendo qué tanto tienen propensión a la culpa.

¿Qué es la propensión a la culpa? Básicamente, un sentimiento adelantado de culpa que se produce con sólo imaginar que se transgrede un pacto de confianza. No es muy agradable cuando este sentimiento está exacerbado –seguramente conoces a esa persona que todo el tiempo se disculpa, diciendo “perdón” como si fuese una especie de mantra–.

Pero un estudio reciente comprobó que la propensión a la culpa es el mejor indicador de que una persona es confiable.

A partir de investigaciones hechas en equipo por varias universidades, se buscó predecir comportamientos e intenciones confiables entre las personas de un mismo ambiente laboral. Los investigadores establecieron ciertos juegos y ejercicios entre los participantes, quienes debían tomar ciertas decisiones que expresaban cuánto estaban dispuestos a mentir y qué tanto tendían a ser amables, neuróticos, escrupulosos, así como cuánto estaban predispuestos a la culpa. Después, los investigadores estudiaron estos rasgos y cuánto acentuaban o aminoraban la transgresión de la confianza ajena en cada individuo.

Entre los rasgos que los psicólogos pudieron examinar, encontraron que la propensión a la culpa es la emoción que más ayuda a las personas para evitar transgredir la confianza de otros. Antes de mentir u ocultar algo deliberadamente, quienes sienten propensión a la culpa buscan reparar su hipotético acto de una manera por demás ingeniosa: no cometiéndolo.

Según los investigadores, la propensión a la culpa es un acto autoconsciente.

Emma Levine, profesora asistente en la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago, dice:

Teorizamos que la propensión a la culpa predice confiabilidad porque las personas que son propensas a la culpa se sienten más responsables por los demás.