ECOOSFERA
El wu wei es una parte importante de la filosofía taoísta que nos recomienda la no-acción como método para “hacer sin hacer”.
El Tao constantemente no actúa pero todo lo hace. Si príncipes y reyes pudieran retenerlo, todo se transformaría por sí solo. Si surgen deseos, consérvalos en el fondo, en aquella simplicidad que no se puede definir. La simplicidad que no tiene nombre está libre de deseos. Si no hay deseos todo está en paz y el mundo se endereza por sí mismo.
De este modo dejó escrito el legendario sabio Lao Tsé su concepción sobre el correcto gobierno. El gobernante debía apaciguar sus ansias, moderar sus deseos y limitar sus injerencias para que el pueblo, como una planta que crece sin esfuerzo y por su propio impulso natural, se gobernase a si mismo inspirado por la quietud elocuente de su rey. Este modo de gobernar representa la esencia del wu wei, una parte fundamental de la filosofía taoísta que puede traducirse literalmente por “no acción”.
Por norma general, nuestras vidas están organizadas en base a la acción; nuestros días se componen de actividades programadas que debemos cumplir con abnegación: el trabajo, las disciplinas físicas, los deberes cotidianos…una atosigante actividad que desemboca habitualmente en estrés y todo tipo de tensiones nerviosas. Como si quisiéramos atrapar el futuro próximo en nuestras manos, nos aferramos a los proyectos y a sus resultados, tensamos nuestro espíritu en el desarrollo de actividades que bien pudieran enfocarse de otra manera.
¿Cómo comprender que el Tao constantemente no actúa pero todo lo hace? Desde la limitada lógica occidental, basada en el principio de contradicción, una proposición como esta puede resultar absurda. En seguida optaríamos por comprender el axioma desde la más indolente holgazanería: puesto que Lao Tsé recomienda la no acción, entonces no hagamos nada, y veamos a ver que sucede.
Nada que ver. El Tao, “el camino” o “la vía”, es la esencia innombrable del universo, el fundamento inmanente de su funcionamiento natural; todo está regido por el Tao: el lento crecimiento de un Ciprés, la polinización de las plantas, el movimiento impredecible de las masas nubosas…todo en el universo se rige por la misteriosa fuerza que gobierna la naturaleza y de cuya actividad se deriva siempre un estado de equilibrio dinámico.
Gif: Sunxin Biu
El wu wei, o ‘no acción’, cree en la posibilidad de que el ser humano, como miembro indisoluble de los procesos cósmicos, pueda interiorizar esta esencia y construir su vida según sus dictados. Las cosas, una vez que esa fuerza inexorable es asimilada, se ordenan y se consolidan sin que nuestra voluntad deba intervenir en su consecución. Las actividades dejan de ser una tensión de la conciencia: del mismo modo que el duramen de la corteza del árbol crece en anillos concéntricos porque esa es su naturaleza, nosotros podemos actuar sin actuar, dejando que las cosas se hagan en nuestra presencia, que lejos de ser pasiva es intensamente activa, pero solo aparentemente.
El wu wei es el modo de hacer sin que nuestro espíritu deba vincularse a la acción a través de la ansiedad, producto del posible resultado, o de la frustración por las previsiones erradas.
En un capítulo de sus Ensayos, Montaigne reflexionaba sobre algunas empresas militares:
Cuando estudio de cerca las empresas más gloriosas de la guerra, paréceme que los que las dirigen no usan los proyectos y decisiones más que para guardar las formas; y que abandonan a la fortuna la mayor parte de la empresa…
Esa fortuna de la que habla Montaigne guarda una estrecha relación con el wu wei del taoísmo. Saber dejar al azar gran parte de nuestras decisiones es usar esa no acción que el taoísmo recomienda. Pero como en casi todo el pensamiento oriental, la paradoja esta presente: el azar es liberado sólo para ser encauzado después, a través de esa sabiduría proveniente del tao, a nuestro favor.
A pesar de ser una filosofía originaria de China, el wu wei ha sido empleado, consciente o inconscientemente, por muchos creadores en todo el mundo. Un ejemplo claro es la concepción del cine del director Robert Bresson. En sus Notas sobre el cinematógrafo, Bresson cita al pintor pre-impresionista Corot:
No hay que buscar, hay que esperar.
Corot, al igual que Bresson, comprendió que estando abierto al movimiento natural de las cosas, su pintura crecía sin apenas intervenir en ella. Por su parte, Bresson, manejaba en sus rodajes el azar, abriendo su creatividad a esos movimientos de la realidad apenas perceptibles pero susceptibles de ser captados mediante la intuición. La magia presente en la mayor parte de sus películas, su poesía, deriva de este sabio uso del azar, de la no intervención, o la no acción.
Si logramos comprender el valor del wu wei, que una lectura atenta del Tao Te Kingde Lao Tsé o de los textos de Confucio puede facilitarnos, quizás seamos capaces de afrontar el trajín diario desde otra perspectiva, observando como las horas del día van dejando tras de sí todas nuestras actividades y obligaciones cumplidas con la sensación de no haber realizado ningún esfuerzo, con la misma calma y serenidad de un gobernante que, sin moverse de su trono, ve como su reino se ordena y funciona con la perfección de un organismo vivo e independiente.