Si yo fuera un hombre de leyes quizás hallaría una explicación mucho más práctica y sencilla; pero me decanté por el periodismo y ahora, en el otoño de mi vida, creo que tomé la decisión correcta para pensar en dedicarme en serio, de un modo profesional, a mi vocación, la literatura. Pero de eso ya tendremos tiempo de hablar aunque en esta columna un servidor escribe, expone sus ideas y usted las lee y alguna vez, si nos encontramos por la calle, me las comenta, lo cual, dicho sea de paso, me ayuda mucho. De modo que vayamos al meollo del asunto.
Durante toda la semana se ha mantenido (y mantendrá) la controversia sobre la Ley de Organizaciones Políticas y, en particular, sobre las elecciones primarias convocadas para el mes de enero. Más allá de las sugerencias del Tribunal Supremo E lectoral y el debate (en fin, es lo que hay) en la Asamblea Legislativa, uno se pregunta en qué parte de nuestra reciente historia democrática perdimos la esencia de la misma; en otras palabras, dónde nos olvidamos que el voto del pueblo, ese sufragio universal por el que pelearon nuestros padres y madres, es soberano, incuestionable y vinculante. Me refiero, naturalmente, al referéndum del 21 de febrero de 2016 en que Bolivia (o una parte de ella) dijo NO a la posibilidad de reelección del presidente Evo Morales en los comicios generales de octubre del año que viene. Sí, lo entiendo, ahí está el fallo del Tribunal Constitucional y ese “derecho humano” del primer mandatario a perpetuarse en el poder por activa o por pasiva; pero todo me parece un debate tan ocioso como innecesario si al fin y al cabo todos asumiéramos que en democracia el voto popular no merece mayor escrutinio. Simplemente se debe cumplir, honrar y respetar. Ya está.
Por supuesto, Bolivia es diferente. A pesar de pregonarse la descolonización a los cuatro vientos, mantenemos esa doble moral altoperuana que tanto daño nos ha hecho en nuestra historia y que incluso, fíjese usted en lo que le digo, nos llevó a perder el mar. Ahora, por remover tanto el cesto de las manzanas (alguna podrida y otra demasiado verde) estamos al borde de perder la democracia. Se está abriendo paso al subterfugio político y la manipulación para habilitar una segura candidatura de Evo y Álvaro que no tenga posible discusión en un ámbito eminentemente legal. Pero usted comprenderá, muy señor mío, que lo legal no es siempre lo justo. Y éste, perdóneme usted, es uno de aquellos casos. Porque ya me explicará alguien cómo se pueden convocar elecciones primarias en tiempo récord a sabiendas que se juega con un as bajo la manga.
A día de hoy no existe un partido u organización política que pueda estructurar una elección primaria en el corto espacio de un mes. O quizás sí. Será, en todo caso, una chapuza producto de la improvisación y la celeridad (metele nomás) que únicamente beneficiará al Movimiento Al Socialismo (MAS) que no sólo tiene una candidatura sólida sino también la cintura suficiente para gestionar los tiempos. Y esa es la clave en todo proceso político: la gestión del tiempo.
PD: Le prometo que la próxima columna será un relato.