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MOSCU, 14 JUL
Uno quiere repetir la historia, el otro meterse de lleno en ella. Son Francia y Croacia, animadores del último acto del Mundial de Rusia, «el mejor de la historia» a decir de Gianni Infantino, presidente de la FIFA.
Una Copa del Mundo que Francia quiere volver a alzar como hace dos décadas, cuando Croacia lograba su mejor actuación histórica con un tercer puesto con sabor a gloria que mañana espera sea completa.
Final inédita para un Mundial que comienza a bajar su telón en el estadio Luzhniki de Moscú, seguramente con la presencia del presidente ruso, Vladimir Putin, el gran ganador de esta Copa suceda lo que suceda en cancha.
Un Putin que sin alardes aprovechó esta Copa para cambiar el estereotipo instalado por Occidente sobre Rusia y que sólo estuvo presente en el partido inaugural en el mismo escenario de la definición.
Otro protagonista que se repetirá mañana será el árbitro argentino Néstor Pitana, presente en aquella goleada por 5-0 sobre Arabia Saudita que encendió pasiones en el pueblo ruso y quien mañana emulará a su compatriota Horacio Elizondo.
Cuando pite el inicio del partido, Pitana se convertirá en el segundo referí en dirigir el duelo inaugural y la final de una misma Copa del Mundo, como Elizondo en Alemania 2006, cuando Italia se consagró por cuarta vez en la historia.
Aquella final aún hoy es recordada por la expulsión de Zinedine Zidane tras el cabezazo que le aplicó a Marco Materazzi y que signó la despedida del astro francés de su selección.
Paradojas del destino, Pitana también dirigirá en una final a Francia, que con Zidane como estandarte se consagró campeona en 1998 en suelo propio y espera repetir el halago en rodeo ajeno.
Capitán de aquella Francia comandada por Aimé Jacquet era Didier Deschamps, hoy su entrenador y quien en caso de una consagración será el tercero de la historia en alzar la Copa como jugador y como técnico.
Si lo logra, habrá igualado lo hecho por el brasileño Mario «Lobo» Zagallo y por el alemán Franz Beckenbauer, pero para ello deberá aprender de los errores del pasado, a decir del propio Deschamps en la previa de la gran final.
Por eso pidió no subestimar al rival de turno y le recordó a sus jugadores que «no hay nada más hermoso para un profesional, nada más fuerte que jugar la final de un Mundial», casi una arenga en la conferencia de prensa previa. «Seguridad, serenidad y concentración» serán las claves del éxito, según Deschamps pese a reconocer que «Croacia cuenta con jugadores de enorme experiencia en sus clubes y nosotros somos un equipo joven».
«Si ganamos la Copa, nadie estará más orgulloso que nosotros, que venimos de un país tan pequeño», pareció responderle Zlatko Dalic, técnico de una Croacia que busca convertirse en el noveno campeón del mundo en 21 ediciones disputadas.
Dalic demostró tener mano firme al expulsar del Mundial a Nikola Kalinic (delantero talentoso que se negó a ingresar en un partido en marcha aduciendo una lesión) porque no cuadraba con el espíritu de equipo que él buscaba y hoy Croacia exhibe.
Lo que parecía un problema, terminó siendo una solución, pues Croacia se encolumnó tras su entrenador, que tuvo un socio en cancha en el capitán Luka Modric, llamado a ser la gran figura de este Mundial.
Modric estará acompañado por otros jugadores experimentados como Ivan Rakitic, Ivan Perisic y Mario Mandzukic, sin olvidar al arquero Danijel Subasic, clave en el triunfo por penales frente a la anfitriona Rusia en cuartos de final.
Del otro lado estarán el capitán y portero Hugo Lloris, Paul Pogba, Antoine Griezmann y el juvenil Kylian Mbappé, tercero de la historia en jugar una final con menos de 20 años y quien le disputa a Modric el título de mejor jugador en esta Copa.