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AGENCIAS
Zlatko Dalic jugó 39 partidos como futbolista del Hajduk Split, en tres etapas (1984, 1988 y entre 1996 y 1998) como mayor apunte de su currículum, durante una carrera en que sus cuatro temporadas en el Varteks Varazdin fue lo más destacado de esa, discreta, carrera como mediocentro defensivo que coincidió con la terrible y trágica desmembración de la antigua Yugoslavia.
Nacido en lo que hoy es Bosnia y croata de corazón, Dalic había llevado a cabo una carrera como técnico también discreta, con el Rijeka o Dinamo Tirana como clubs más destacados hasta que en 2012 emigró a Emiratos Árabes, donde al mando del Al Ain consiguió sus mayores logros… Hasta que su vida profesional dio un vuelco inesperado.
El seis de octubre de 2017 Croacia no pasó del empate en Zagreb frente a Finlandia y su clasificación para el Mundial quedó convertida en una quimera. Había que ganar en Ucrania y jugarse, de lograrlo, una repesca. Y entonces el presidente de la federación, Davod Suker, solventó dar un golpe de efecto al equipo nacional: fulminó a Ante Cacic y le dio el mando de la selección al desconocido Dalic.
El milagro se consumó. Se ganó en Kiev, se superó en la repesca a Grecia, la personalidad futbolística del equipo recuperó sus buenas sensaciones y las tristes figuras de Modric, Rakitic, Perisic o Lovren mutaron en la magnificencia.
Así se presentó en el Mundial y fue superando con sufrimiento y buen fútbol los octavos de final, los cuartos y la semifinal para alcanzar, por fin, la primera final de la historia de Croacia, que tendrá a los héroes de 1998 como invitados en el palco y a Dalic en el banquillo, con 13 partidos de experiencia a sus espaldas y el reto de convertirse en leyenda de toda una nación que vivirá esa final como la mayor fiesta patriótica de esa historia que apenas cumple 27 años.
“Pasadlo bien, chicos. Quiero que mis jugadores disfruten”, descubrió en una entrevista al diario Marca que les dirá como última frase a sus futbolistas cuando este domingo salten al campo para enfrentarse a Francia. Una versión croata del ‘Salid y disfrutad’ con que Johan Cruyff un lejano día de 1992 animó a los jugadores del Barça cuando se aprestaban a disputar la final de la Champions que le dio al club azulgrana el primer título de su historia.
¿Disfrutar? ¿Pasarlo bien? Por supuesto. Croacia está cansada. Mucho más que Francia después de ser la primera selección que alcanza la final de un Mundial tras disputar consecutivamente tres prórrogas (dos de ellas con tanda de penalties incluida)… Pero, a la vez, es el equipo que, junto a Bélgica, mejor fútbol ha desarrollado en tierras rusas.
“Me gusta el fútbol de toque, el de un estilo que conduce el balón desde atrás y que busca la combinación” reconoce el entrenador milagro que siempre lleva un Rosario en la mano y que tiene tanta fe en Dios como confianza en sus jugadores.
Este domingo no podrá cumplir su tradicional visita a la iglesia de todos los fines de semana, acompañado de su familia, pero sabe que tendrá a toda una nación empujándole. Y cuando el Mundial de Rusia baje el telón, sea con Croacia como campeona y sacándose la espina de 1998 o como subcampeona en el mejor torneo de toda su historia, Suker, el sonriente y feliz presidente de la federación, sabe que tendrá un problema a solucionar: no será fácil mantener a Zlatko Dalic en el banquillo nacional.