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La cinta chilena nominada al Oscar logra demostrar lo difícil que es llevar un duelo para una persona transexual en un mundo lleno de prejuicios.

En 1920 la cinta alemana No quiero ser hombre cambió la industria cinematográfica al presentar al primer personaje transexual en la gran pantalla. Pero no fue hasta finales de los años 60 cuando más historias de personas transexuales comenzaron a ser contadas por distintos directores. Desde entonces muchas cintas han sobresalido en festivales y galardones, como Transamerica de Duncan Tucker, La mala educación de Pedro Almodóvar, Laurence Anyways de Xavier Dolan, Boys Don´t Cry de Kimberly Peirce y La chica danesa de Tom Hooper.

Todas ellas han sabido cautivar a la audiencia y a los críticos gracias a su historia y personajes. Pero aunque todas nos hablan de lo que pasa cuando una persona decide hacer la transición, pocas son las películas que profundizan en la vida de un transexual en el día a día, su cotidianidad, sus relaciones amorosas y su lucha por el respeto y la tolerancia. Afortunadamente, estos temas se tocan en la nueva cinta chilena —nominada al Oscar en la categoría de Mejor película de no habla inglesa—, Una mujer fantástica.

La película nos cuenta la vida de Mariana, una camarera y cantante transexual que después de la muerte de Orlando, su novio, tiene que enfrentar el duelo de la perdida mientras es humillada y juzgada por las autoridades y la familia de Orlando. Pero Marina luchará por defenderse y poder despedir de manera correcta a su ser amado.

La cinta fue escrita y dirigida por Sebastián Lelio, quien junto a los hermanos Larraín —que fungieron como productores— logró crear una historia cruda y realista que no se limita. El filme permite que cualquier espectador pueda sentirse conectado con el personaje principal, sintiendo la frustración y la impotencia ante los actos a los que es sometida. Además de que logra crear momentos que serán considerados memorables, como el baile de Marina en la discoteca o la escena de la lucha contra el viento.

Por otra parte, la actuación de Daniela Vega —quien interpreta a Marina— es quien consigue que la película pueda empatizar tanto con la audiencia, ya que en sus escenas no se necesitan los diálogos para demostrar sus sentimientos. Tan sólo con gestos y miradas logra plasmar perfectamente cada emoción y cada pensamiento. Sin duda alguna, se entiende por qué es considerada como una de las mejores actuaciones del año.

En una hora con 40 minutos, la cinta logra retratar perfectamente la fuerza que una persona puede mostrar al momento de un duelo. Además nos enseña que seguimos siendo parte de en una sociedad que aún piensa en binarios y no logra aceptar a las personas que salen de la norma; una sociedad llena de prejuicios, que ataca a quien es diferente tan sólo por eso, por ser diferente.

Con largos planos secuencia de nuestra protagonista caminando por la ciudad, así como primeros planos de su rostro, esta historia muestra un lado que normalmente no vemos en el cine sobre la vida de los y las transexuales; ese lado de la vida amorosa y los duelos personales, ese lado de la injusticia que demuestran las autoridades y su afán por llamarlos por el nombre que no les corresponde. Esos pequeños detalles consiguen que Una mujer fantástica sea una de las mejores películas latinoamericanas de los últimos años.

La película ha recibido docenas de premios, como el Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín, el Goya a Mejor película extranjera y el Fénix a Mejor director, Mejor actriz y Mejor película iberoamericana; además de ser contrincante al Oscar en la categoría de Mejor película de no habla inglesa. Con esto comprueba que no sólo el cine hollywoodense sabe contar bien estas historias, sino que actualmente vivimos una época dorada del cine chileno, que ha surgido desde las primeras películas de Larraín y no planea terminar pronto.