Noticias El Periódico Tarija

El desorden urbano se manifiesta de muchas maneras y una de ellas es el caos vehicular que convirtió a esta ciudad en sencillamente «insoportable». Porque ese caos no se traduce únicamente en los vehículos que transitan por donde quieren, como quieren y cuando quieren inobservando toda norma, sino también en donde y como se estacionan a cualquier hora, porque en el centro de Tarija prácticamente no existen la denominadas «horas pico», todo el día el desorden prevalece y se impone.

Sólo hace falta darse una vuelta por el centro de la ciudad de Tarija a la hora que sea para descubrir que es imposible vivir así, desorden total, todos hacen lo que quieren, autos, micros, motos, taxis, peatones, etc…. si vamos más allá como que la historia se repite porque la desorganización dejó de ser exclusividad del casco viejo.

La «maravillosa» idea de ensanchar las aceras o hacer más angostas la calles sin la planificación debida y el impedimento de estacionar en esas mismas arterias, ocasiono que el problema no desaparezca del centro y se traslade cuadras más allá sino que se extendiera sin discriminación alguna, o sea, si antes sólo el casco viejo padecía esta desgracia ahora la comparte con otras zonas y barrios más alejados…se produjo una expansión acelerada del caos citadino.

Hoy debemos dar mil y un vueltas para encontrar parqueo, mordiendo los labios de impotencia por lo que han hecho con nuestra ciudad, se ven conos de plástico que «reservan» espacios supuestamente pagados, igual tenemos sillas o cajas que cumplen la misma función, el sentido de propiedad privada de ciertos espacios en las calles ha cundido en muchos de nuestros habitantes que pretenden hacerlo valer a gritos o rayando los vehículos que osaron traspasar los límites que abusivamente fijaron. ¿Qué podemos decir de esas arterias donde los autos se parquean a la izquierda y derecha dejando un peligroso túnel difícil de cruzar?. Nadie hace nada al respecto porque esto sucede cada noche en plena plaza de armas sin que a nadie «se le mueva un pelo». Ese no importismo es letal para la «ciudad amable» de la que algunos hablan.