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Cultura Colectiva

Cada año las tortugas bobas regresan a desovar en la misma playa donde nacieron, esta conducta se ha convertido en un fenómeno que ha intrigado a los científicos a lo largo de los años. A pesar de que se conoce que ésta no es la única especie que regresa a su lugar de origen, sí es una de las más espectaculares. Las aves o los mamíferos, por ejemplo, se guían a través del campo magnético de la Tierra para realizar sus movimientos migratorios, no obstante resulta curioso que las tortugas lleguen a la playa exacta donde salieron de su cascarón.

Hay otros animales, como el humano mismo, que basan sus movimientos de migración en cuestiones empíricas. Es decir, por asuntos de mera comodidad nos trasladamos o bien, nos apegamos a todo aquello que nos produce una sensación de bienestar. Cuando nos instalamos en algún lugar o encontramos una buena compañía, la hacemos nuestra y no queremos dejarla ir por nada del mundo.

Compartimos este rasgo con algunos mamíferos como los caninos y felinos; la tendencia a marcar nuestro territorio o a reclamar algo como parte de una posesión es una conducta que difícilmente podremos quitarnos de encima.

Aunque es racional, el ser humano no ha dejado atrás su esencia animal. Evidentemente hemos sustituido algunas necesidades básicas por asuntos más sensoriales, pero los principios de nuestra conducta siguen siendo los mismos y el ejemplo más claro de ello es el amor.

Nuestro proceso evolutivo ha hecho que nos convirtamos en seres sensoriales, esto quiere decir que muchas de nuestras determinaciones biológicas han sido sustituidas por sentimientos. Esa atracción que sentimos por otra persona ha dejado de responder a su causa original: la reproducción. Hoy hemos intercambiado nuestro propósito de evolución por un conjunto de sensaciones y emociones que conocemos como amor. De hecho, la única diferencia entre nosotros y los mamíferos es que estos animales cambian de pareja constantemente, mientras que el hombre se apega sólo a una.

Muchos científicos están seguros de que nuestro cerebro tiene la capacidad de enamorarse de más de una persona a la vez, a pesar de ello no todos comprenden las razones por las que sólo queremos estar con una persona en particular (y que esa persona respete el acuerdo de «exclusividad»). El doctor Sigmund Freud teorizó sobre este tema argumentando que existen cuatro condiciones que obligan a nuestro cerebro a responder de esta manera ante los impulsos del amor.



1. Posesión por otra persona

Cuando ocurre una ruptura amorosa el hombre sólo buscará a la mujer en cuanto ésta comience una relación con otro individuo. Es como si se le hubiese arrebatado un tesoro que debe recuperar a toda costa, pues mientras la mujer permanezca sola el hombre sentirá que aún tiene algún poder sobre ella.



2. Moral flexible

Freud postula que una mujer virtuosa y de buena reputación nunca será tan atractiva como aquella que admite dudas en cuanto su fidelidad y su lealtad, lo que él llama «amor de ramera». Esto sugiere que al ser individuos altamente sexuales buscamos que nuestras experiencias sean cada vez más placenteras.

De modo que al no haber tenido muchas experiencias sexuales, buscamos regresar siempre con quien ha saciado nuestros deseos carnales.



3. Sobrevaloración de la mujer

Convencido de que los hombres son los únicos que pueden sentir amor, Freud dice que un hombre no se enamora de una mujer hasta que ésta lo posee. Justo cuando ella absorbe todas su energía mentales haciendo que el único punto de interés sea ella, es cuando él la considera alguien especial.



4. Complejo del héroe

En este último punto, Freud sostiene que el hombre siempre siente la necesidad de salvar a la mujer ya que sin él, ésta perdería todo respeto y estatus social. Sin su protección ella estaría perdida, por eso la salva no dejándola ir.

Al enfocarse de manera exclusiva en el sentir del hombre, las posturas de Freud parecen bastante sexistas pues cosifican a la mujer como un objeto de deseo y no como un individuo capaz de tomar sus propias decisiones. A pesar de que muchos individuos sí responden a por lo menos uno de estos patrones de conducta, cabe preguntarnos qué tan de acuerdo están las mujeres con estos cuatro puntos. ¿En realidad estamos destinados a regresar con nuestra expareja por una patrón psicológico?

Se han realizado muchos estudios alrededor del mundo en los que se asegura que el amor es una cuestión de cercanía entre las personas, sin embargo, el saber por qué regresamos siempre con la misma persona, o bien por qué nos es difícil superarla es aún un misterio. Nada está totalmente demostrado pues todo lo que se ha escrito referente a este tema son teorías que aún buscan validez.