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El anfitrión se impuso en la final a Alemania 4 a 2 con un gol “fantasma”, que hasta el día de hoy se discute
ANDRÉS TÓRREZ TÓRREZ

Inglaterra fue sede de la octava Copa del Mundo en 1966. El fútbol volvía a su cuna arrastrando historia, tradiciones y leyendas. Europa afrontaba un desafió: arrancarle a Sudamérica la Copa que Brasil tenía como propia. Como fuere. Con o sin fair play. Brasil colaboró, llevó un equipo viejo, pasado de años y cuando sus adversarios recibieron el vía libre de los árbitros para pegarle a Pelé, se terminó su chance.

Europa confiaba en Inglaterra y en la Alemania Federal de Franz Bekembauer y el “tanque” Seeler, también en el Portugal de Eusebio. Italia otro de los candidatos, fue echada por la ventana por un coreano de apellido difícil de pronunciarse: Pak Soo Ik, un dentista de 37 años, que con un solo gol entró en la historia de la Copa.

Brasil afuera, el peligro sudamericano quedó localizado en Argentina y Uruguay. Tenían que jugar en cuartos de final ante Inglaterra y Alemania y el pícaro de Stanley Rous –presidente dela FIFA- decidió digitar los árbitros de estos encuentros: envió a un alemán a dirigir Argentina y a un inglés a Uruguay. Ganaron los equipos de los 2 árbitros y Alemania e Inglaterra siguieron juntos, hasta los 120 minutos de una final que venía fácil para Inglaterra y se le complicó en el minuto 89. Pero fue como correspondía: para Inglaterra. Ese triunfo lo reclamaba la historia, la tradición y la leyenda.

Como todo mundial dejó la estela de los grandes astros. Tres brillaron sobre el resto: el genial Bobby Charlton, Eusebio, el goleador de la Copa y Bekembauer, un jugador de galera y bastón, Hungría a través de Bene, Albert y Karkas, anunció una  resurrección que después no se concretó y Lev Yashin, “la araña negra”, completó su tercer mundial consecutivo.

El campeón fue conducido técnicamente por Alf Ramsey, un hombre realista que cuando tuvo que tomar una decisión clave lo hizo: sacó a Jimmy Greaves, el gran goleador del futbol inglés y lo reemplazó por Geoffroy Hurst, el hombre que eliminó a la Argentina, el que convirtió lo que nadie hasta hoy: 3 goles en el partido final. La efectividad de Hurst, la seguridad de Banks en el arco, la dureza de Nobby Stiles –jugaba sin los dientes postizos-  la técnica de Bobby Moore y la inteligencia de Bobby Charlton, fueron los materiales maleables que utilizó Alf Ramsey, para hacer de un conjunto de hombres, un indiscutible campeón.

Los europeos quedaron satisfechos, porque el título de los inventores del fútbol, ponía la estadística de títulos 4 a 4 con Sudamérica.

EL GOL FANTASMA

¿Entró o no entró esa pelota disparada por Geoffroy Hurst, que pegó en el travesaño y picó en tierra y fue despejada apresuradamente por Weber sobre el arco?.

El linesman soviético Bakhramov, situado en el lateral derecho del equipo inglés, agitó su bandera señalando el gol. Y el suizo Dienst, árbitro e la final Inglaterra-Alemania en1966, lo convalidó. Habían empatado 2 a 2 los alemanes en los segundos finales del tiempo reglamentario y corrían 11 minutos de la media hora de alargue, cuando el atacante del West Ham United remató un centro bajo de Alan Ball, sacudiendo el aro de Tilkowski. Con ese gol que todavía hoy sigue generando dudas y mantiene abierta la polémica, los ingleses se adelantaron en el tanteador y más tarde, un nuevo tanto de Hurst, le dio la victoria definitiva por 4 a 2.