Noticias El Periódico Tarija

En estos momentos no me gustaría ser miembro del Tribunal Constitucional Plurinacional sabiendo que tengo la responsabilidad de viabilizar o no-depende-la continuidad del proceso de cambio, porque por lo visto el sol no saldrá sin el binomio Evo-Álvaro en lontananza. Esta es una realidad palpable, por demás evidente, en las misma entrañas del Movimiento Al Socialismo (MAS), un partido construido sobre los cimientos de una estructura vertical a la usanza del antiguo Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) pero con potentes matices del rancio sindicalismo boliviano caudillista.

Insisto en que debe ser difícil pertenecer a un TCP con fecha de caducidad-3 de diciembre de 2017-porque esos magistrados pueden salir por la puerta grande, rechazando la demanda de inconstitucionalidad presentada por el MAS o por la falsa, esa de atrás, admitiendo el recurso y viabilizando una eventual candidatura de Evo Morales en las elecciones de 2019. Y no es fácil, si tomamos en cuenta la presión que suele ejercer el sistema de intereses creados en torno al masismo más allá de lo político; ese mismo que desconoce un principio tan democrático como elemental en cualquier estado de Derecho como la soberanía del pueblo. Porque, no nos llevemos a equívoco, el 21 de febrero de 2016 hubo un referéndum promovido por el mismo Gobierno cuyo objetivo era consultar a los bolivianos la modificación del artículo 168 de la Constitución para permitir una segunda reelección y el desenlace, como sabemos usted y yo, fue NO, por poquito, pero NO.

Aquel resultado adverso remeció entonces la aparente solidez de los cimientos del MAS  buscándose explicaciones debajo de las polleras de Gabriela Zapata, como si los electores hubieran sido engañados por una tramoya construida por la “derecha”, ese enemigo recurrente que sirve tanto para un roto como para un descosido y que tiene la consistencia política y argumental de un flan de vainilla. En ningún momento hubo una necesaria autocrítica; tampoco se supo leer el mensaje del electorado, subestimándolo, prefiriéndose ir por el deshecho, como Melgarejo, apelando a teorías conspirativas tan dudosas como incoherentes que aunque parezca mentira construyeron el discurso sobre el que se sostiene en estos momentos de zozobra institucional la demanda interpuesta ante los magistrados. La situación debe, sobre todo, conducir a una necesaria reflexión sobre el estado de salud de nuestra democracia, cuando se pretende que un tribunal se sitúe por encima de una decisión soberana.

Es ahí donde nos encontramos en la encrucijada entre lo legal y lo legítimo, entendiendo que la mera consulta al TCP cuestiona y arriesga la institucionalidad democrática. Lo interesante de todo ello, es que ésta es una de las cuatro vías que el MAS podría recurrir; en otras palabras, y habida cuenta la afición del presidente Morales al fútbol, la idea es prolongar el partido hasta que llegue el gol de la victoria sólo que en este caso el precio del campeonato podría suponer la misma inaplicabilidad de la democracia que tanto esfuerzo costó conseguir y otro tanto preservar.