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Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena

(Verdadcontinta-septiembre/2017) Aunque dentro de la jungla vehicular el peatón es el más débil y desprotegido  y generalmente es el que más consecuencias sufre, no lo convierte en el más perfecto de sus integrantes.

El peatón tiene sus propios errores. Sus propios pecados. A continuación, te mostramos parte de los vicios del caminante, haciendo énfasis en el Código de Tránsito.

Artículo 153° del Código de Tránsito.- (Paso de peatones) Para cruzar una calle o avenida, el peatón solamente podrá hacerlo por los pasos para peatones que podrán estar demarcados o no, ser elevados o subterráneos, zonas en las que tiene preferencia en la circulación, debiendo los conductores reducir la velocidad de sus vehículos o detenerlos si fuera necesario para permitir el paso de los peatones.

Sea por pereza o descuido, el peatón no siempre cruza la calle por donde debe. Es frecuente ver a peatones cruzando por media calle, entre los vehículos o corriendo de un extremo de la avenida al otro, pese a la existencia de puentes peatonales.

Artículo 156°.- (Respeto a las señales) Al cruzar las calles o avenidas por los pasos para peatones, donde el tránsito esté regulado por un policía o por semáforos, respetarán las señales, no pudiendo iniciar el cruce o bajar a la calzada hasta que no se le dé la señal respectiva. La infracción de esta norma crea la presunción de culpabilidad del peatón.

El semáforo, para el peatón, es solo una sugerencia.

Artículo 160°.- (Prohibición de situarse en la calzada) Es prohibido a toda persona situarse en plena calzada con el objeto de solicitar ayuda o colectas públicas a los conductores; ofrecer en venta periódicos, loterías, revistas o cualquier otra mercancía o para tratar de detener un vehículo con el fin de tomar sus servicios.

Aunque en la ciudad es menos frecuente, esta situación se da con regularidad en las rutas de salida hacia otras ciudades, en las trancas.

Artículo 166°.- (Juegos en las vías públicas) Es terminantemente prohibido a los peatones, especialmente a los niños, bajo la responsabilidad de los padres o encargados, convertir las vías públicas en campos deportivos para efectuar carreras, juegos de pelota o cualquier otra distracción, que signifique un peligro para la circulación pública.

En los barrios periféricos, generalmente, los niños utilizan la calle como área de recreación, confiados en que el tráfico es mínimo; sin embargo, esto pone en riesgo su vida.