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Mercedes Bluske y Jesús Vargas Villena

(Verdadcontinta-agosto/2017) ¿Lepra? Parecería tratarse de un recuerdo lejano y poco grato. Pasaron ya más de 160 años desde el auge de la enfermedad en Tarija; los avances de la medicina, sumados a la frágil memoria humana, hicieron que fuera olvidada casi por completo. Tal vez por temor, tal vez por rutina.

Escondida entre los cerros, a los pies de Sama, la historia permanece viva como un recordatorio constante de la enfermedad y del milagro de San Roque. En la soledad de la montaña, la lepra duele.

Quien escribe este relato es creyente no solo de la religión, sino también de los artilugios del destino. Es así, que fruto de la casualidad y de una serie de eventos afortunados, llegamos a conocer la historia de don Gastón, la última víctima de la lepra lepromatosa que vivió en Lazareto.

El nombre del enfermo fue cambiado para respetar su identidad y la de su familia. Su historia es real y es el más reciente caso mortal en Tarija.

Gastón vivía en Lazareto, lugar en el que en el siglo XIX fue construido el lerposario, a la cabeza del sacerdote franciscano Leonardo Delfante.

Del hombre de 59 años quedaba poco. Estaba delgado y poco existía del personaje fuerte que fue en su juventud. Su rostro, deformado y carcomido por el bacilo de la lepra, ya no parecía el de un ser humano. Las úlceras y heridas de la piel, casi dejaban ver sus huesos.

El médico Carlos López Auza, quien entonces era estudiante de quinto año de la Carrera de Medicina, dio con el paradero de Gastón gracias a una muchacha de la universidad.

Carlos López, Alba Gutiérrez, Helmer Lozano y Wilson Zenteno, estaban buscando una patología para realizar una investigación y presentarla en el Congreso de la Asociación Boliviana de Sociedades Científicas de Estudiantes de Medicina, en la ciudad de La Paz.

“Conozco a una persona que tiene lepra en Lazareto, es tío de una conocida”, fueron las palabras de la universitaria, que había escuchado la conversación de los jóvenes en la sala de fotocopias.

Al escuchar esas palabras, el equipo sabía que no solo había encontrado un tema importante, sino que se encontraban ante un caso atípico.

El estado de don Gastón era crítico. Le habían diagnosticado la enfermedad hace más 10 años, el 2004, aunque al momento del diagnostico, él ya tenía viejas lesiones, por lo que los médicos estiman que se contagió aproximadamente en el año 2000. La lepra ya no le dolía.

Él llevaba más de 10 años con la bacteria en su organismo. Gastón convivió con la lepra desde sus 45 años aproximadamente.

Para el médico Carlos López, fue un caso extraño, porque para contagiarse, tuvo que mantener contacto permanente con una persona enferma, aunque él no lo recordaba, o no sabía quién lo había contagiado.

“Tienen que haber dos factores para que se dé el contagio. En primer lugar, el paciente infectado tiene que tener un alto nivel de virulencia. Por su parte, la persona contagiada tiene que ser  inmunodeprimida, con las defensas muy bajas”, explicó López Auza.

La sobrina, quien ayudaba al personal médico haciendo las curaciones y convivía con Gastón en un cuarto de dos por dos, jamás se contagió. Unos dicen que por milagro, aunque también existe una explicación médica.

“Es muy difícil contagiarse. Si el enfermo tomó los antibióticos, así no los haya terminado, la bacteria queda atenuada. Le puede seguir causando daño a él, pero ya no sale de su cuerpo”, aseguró el especialista.

La lepra ataca principalmente a la piel y a las conjuntivas, aunque en su estado avanzado produce un daño a diferentes órganos, como los riñones y el corazón.

“A esas alturas, la enfermedad te llega a carcomer la epidermis y las fibras nerviosas sensitivas, por lo que el paciente ya no tenía dolor”.

A Gastón no le dolía la lepra. A Gastón le dolía el alma. Gastón ya no era el mismo de antes. Era un anciano con aspecto milenario, postrado en una silla de ruedas pese a tener solo 59 años.

La lepra actualmente, gracias a los avances de la medicina, ya no es una enfermedad mortal. Sin embargo, el caso del leproso de Lazareto, tuvo un triste desenlace, debido a las reacciones adversas que le provocaban los remedios.

El médico Abdón Taboada, director del Centro de Salud de San Andrés, fue quien siguió el tratamiento en los últimos años de vida de Gastón, con la impotencia de no poder hacer nada para ayudarlo.

Su estado era muy avanzado y su rechazo a medicamentos como la Rifampicida y  la Dapsona, dos de los cuatro antibióticos utilizados como antídoto, no permitía que pudiera concluir el tratamiento.

Carlos, Alba, Helmer y Wilson, obtuvieron el primer lugar en la categoría “Video Médico” y también en la general, es decir, el primer lugar dentro de todas las categorías.

La última vez que los entonces estudiantes vieron a don Gastón, fue en julio de 2014. El enfermo falleció en septiembre de ese mismo año. A Gastón ya no le duele la lepra, a Gastón ya no le duele el alma.

 

Otros Datos.

El Servicio Departamental de Salud identificó en diciembre de 2016, un caso de lepra en la comunidad de Sella, provincia Cercado, según informó el médico Ricardo Jeréz, encargado del Programa del Tuberculosis y Lepra.

De acuerdo a lo explicado por el médico, la última víctima fatal que pudieron registrar en el departamento, fue entre 2010 y 2011.

“La lepra en Tarija se atendió hasta el 2013, con un financiamiento alemán”, aseguró el especialista, quien además explicó que se unió el programa de tuberculosis con el de lepra, para  destinar fondos a esta segunda enfermedad.

“La lepra existe, solo que no estamos haciendo una búsqueda activa”, expresó Jeréz. Sin embargo,  explicó que realizaron este año una capacitación con todo el personal médico para  hacer la detección de nuevos casos.

La Organización Mundial de la Salud proporciona desde 1995 el tratamiento gratuito a todos los enfermos con lepra en el mundo. Inicialmente, dicho tratamiento fue financiado por la Fundación Nippon, y desde el año 2000, mediante un acuerdo de donación con Novartis, que recientemente se ha comprometido en ampliar la donación al menos hasta el 2020.